Artículos de Metapolítica
por Eduardo Hernando Nieto
Recientemente pude adquirir la edición en español de este fenomenal trabajo de Leo Strauss (On Tyranny: Chicago University Press, 1961), que ha sido traducido por la editorial española Ediciones - Encuentro (Madrid, 2005). Este texto incluye el pequeño diálogo sobre el cual parte el comentario de Strauss de Jenofonte, titulado “Hierón o de la Tiranía”, en el cual se “reproduce” una interesante conversación entre el tirano Hierón de Siracusa y el poeta Simónides a propósito de la naturaleza de la tiranía y las ventajas y desventajas de ésta. En el mismo trabajo también se incluyen comentarios del filósofo hegeliano Alexander Kojève, quien luego desarrolló una famosa polémica con Strauss justamente sobre el texto del citado Jenofonte y finalmente también hay una breve recepción del comentario de Strauss escrita por Eric Vöegelin.
No es mi interés en este momento dedicarme a comentar el tremendo debate entre ambos autores – lo haré luego – o la recepción de Vöegelin, pero si quisiera señalar algunos aspectos relevantes del comentario de Strauss así como también explayarme en torno al concepto mismo de la tiranía.
Como bien anota Strauss desde un inicio de la modernidad, la tiranía ha sido un término que fue excluido del vocabulario político a pesar de que su relevancia, y quién inicio esta tarea de exclusión fue el pensamiento político moderno, comenzando por Maquiavelo: “El príncipe de Maquiavelo (a diferencia de sus discursos sobre Tito Livio) se caracteriza por la indiferencia deliberada hacia la distinción entre rey y tirano, el Príncipe presupone el rechazo tácito de esa distinción tradicional” (Strauss: 2005, p.42). La razón de ser de esto sin duda estaba en la negativa de la ciencia moderna a emitir cualquier juicio de valor y por eso se empezaron a usar términos como dictadura, autoritarismo, totalitarismo etc., que si bien indirectamente hacían referencia a un juicio de valor negativo podían ser sin embargo, empleados por la Ciencia Política moderna a fin de tomarlos como conceptos a categorías de análisis políticos.
Si bien el diálogo de Jenofonte – en su primera parte - intenta aparentemente mostrar las dificultades por las que tiene que pasar el tirano (miedo a ser envenenado, falta de relaciones humanas cercanas, aislamiento etc.) tanto así que lo mejor que podría hacer el tirano es ahorcarse [1], empero, en la segunda parte de la obra, Simónides más bien considera que la opción que tiene el tirano de contar con un poder enorme que muy lo podría convertir en un gran benefactor de la sociedad pudiendo llegar a ser el tirano el hombre más feliz sobre la tierra (p. 49). Esta lectura que sugiere Simónides resulta muy interesante pues en buena cuenta estaría aproximándose a la visión propuesta a inicios de la modernidad por el mismo Maquiavelo (si el mismo que relativiza la noción de tiranía) en la medida que transformaría al tirano en un ser benevolente, con lo cual la asociación de la tiranía con el mal no sería ya factible. Igualmente, esta lectura podría contribuir entonces borrar la línea que separa al rey del tirano. No obstante ello, hay que reconocer que Simónides (¿Jenofonte?) tiene finalmente una posición ambigua sobre la tiranía pues como ya mencioné parece señalar por un lado que el tirano puede ser feliz pero luego llega también a indicar que la vida del particular puede ser preferible a la del tirano (pp. 126 – 127) destacándose además el hecho que el tirano parece no hacerle mucho caso a los consejos de Simónides. En síntesis, la postura de Jenofonte parece ubicarse entre la ciencia política socrática y la ciencia política maquiavélica. (p.44) de allí la relevancia de su obra para Leo Strauss quien como sabemos intentó por todos los medios recuperar el conocimiento político clásico a fin de poder comprender la realidad de la política.
Así pues, si Strauss considera que aun los modernos como Maquiavelo y sus epígonos se afanan en desdibujar la distinción entre el bien y el mal, esto sin embargo no es conseguido completamente (términos como dictadura o autoritarismo finalmente conllevan una enorme carga valorativa) pero lo que si consiguen al final – y este es mi punto de vista y mi preocupación – es que no se pueda comprender la esencia de la tiranía. De esta manera, ésta aparentemente solo podrá ser vista en los denominados regímenes autoritarios mas no en otros regímenes políticos (como la misma democracia liberal contemporánea). Es decir, que al ignorarse la naturaleza de la tiranía y considerarla como una figura arcaica no se la podrá ubicar en el presente y además ninguno de sus rasgos podrían ser percibidos en los modernos regímenes políticos – especialmente en las democracias actuales - , lo cual no solo serviría para evitar cualquier crítica a los regímenes de hoy sino también oscurecería una gran verdad presente en la política contemporánea a saber: la acumulación del poder, que con el concurso de la técnica que está en manos de las mismas democracias contemporáneas generarían un poder cientos de miles de veces superior al poder del mismo Hierón.
De allí entonces la necesidad de recuperar el significado de la Tiranía y a no perder de vista su presencia, quizá hoy más presente – pero también más oculta – que en el pasado.
[1] Curiosa afirmación de Hierón pues va a contrapelo de las lecturas comunes que más bien sostienen todo lo contrario, es decir, que lo que caracteriza la tiranía es justamente la felicidad del tirano a costa del dolor y sufrimiento del pueblo.
No es mi interés en este momento dedicarme a comentar el tremendo debate entre ambos autores – lo haré luego – o la recepción de Vöegelin, pero si quisiera señalar algunos aspectos relevantes del comentario de Strauss así como también explayarme en torno al concepto mismo de la tiranía.
Como bien anota Strauss desde un inicio de la modernidad, la tiranía ha sido un término que fue excluido del vocabulario político a pesar de que su relevancia, y quién inicio esta tarea de exclusión fue el pensamiento político moderno, comenzando por Maquiavelo: “El príncipe de Maquiavelo (a diferencia de sus discursos sobre Tito Livio) se caracteriza por la indiferencia deliberada hacia la distinción entre rey y tirano, el Príncipe presupone el rechazo tácito de esa distinción tradicional” (Strauss: 2005, p.42). La razón de ser de esto sin duda estaba en la negativa de la ciencia moderna a emitir cualquier juicio de valor y por eso se empezaron a usar términos como dictadura, autoritarismo, totalitarismo etc., que si bien indirectamente hacían referencia a un juicio de valor negativo podían ser sin embargo, empleados por la Ciencia Política moderna a fin de tomarlos como conceptos a categorías de análisis políticos.
Si bien el diálogo de Jenofonte – en su primera parte - intenta aparentemente mostrar las dificultades por las que tiene que pasar el tirano (miedo a ser envenenado, falta de relaciones humanas cercanas, aislamiento etc.) tanto así que lo mejor que podría hacer el tirano es ahorcarse [1], empero, en la segunda parte de la obra, Simónides más bien considera que la opción que tiene el tirano de contar con un poder enorme que muy lo podría convertir en un gran benefactor de la sociedad pudiendo llegar a ser el tirano el hombre más feliz sobre la tierra (p. 49). Esta lectura que sugiere Simónides resulta muy interesante pues en buena cuenta estaría aproximándose a la visión propuesta a inicios de la modernidad por el mismo Maquiavelo (si el mismo que relativiza la noción de tiranía) en la medida que transformaría al tirano en un ser benevolente, con lo cual la asociación de la tiranía con el mal no sería ya factible. Igualmente, esta lectura podría contribuir entonces borrar la línea que separa al rey del tirano. No obstante ello, hay que reconocer que Simónides (¿Jenofonte?) tiene finalmente una posición ambigua sobre la tiranía pues como ya mencioné parece señalar por un lado que el tirano puede ser feliz pero luego llega también a indicar que la vida del particular puede ser preferible a la del tirano (pp. 126 – 127) destacándose además el hecho que el tirano parece no hacerle mucho caso a los consejos de Simónides. En síntesis, la postura de Jenofonte parece ubicarse entre la ciencia política socrática y la ciencia política maquiavélica. (p.44) de allí la relevancia de su obra para Leo Strauss quien como sabemos intentó por todos los medios recuperar el conocimiento político clásico a fin de poder comprender la realidad de la política.
Así pues, si Strauss considera que aun los modernos como Maquiavelo y sus epígonos se afanan en desdibujar la distinción entre el bien y el mal, esto sin embargo no es conseguido completamente (términos como dictadura o autoritarismo finalmente conllevan una enorme carga valorativa) pero lo que si consiguen al final – y este es mi punto de vista y mi preocupación – es que no se pueda comprender la esencia de la tiranía. De esta manera, ésta aparentemente solo podrá ser vista en los denominados regímenes autoritarios mas no en otros regímenes políticos (como la misma democracia liberal contemporánea). Es decir, que al ignorarse la naturaleza de la tiranía y considerarla como una figura arcaica no se la podrá ubicar en el presente y además ninguno de sus rasgos podrían ser percibidos en los modernos regímenes políticos – especialmente en las democracias actuales - , lo cual no solo serviría para evitar cualquier crítica a los regímenes de hoy sino también oscurecería una gran verdad presente en la política contemporánea a saber: la acumulación del poder, que con el concurso de la técnica que está en manos de las mismas democracias contemporáneas generarían un poder cientos de miles de veces superior al poder del mismo Hierón.
De allí entonces la necesidad de recuperar el significado de la Tiranía y a no perder de vista su presencia, quizá hoy más presente – pero también más oculta – que en el pasado.
[1] Curiosa afirmación de Hierón pues va a contrapelo de las lecturas comunes que más bien sostienen todo lo contrario, es decir, que lo que caracteriza la tiranía es justamente la felicidad del tirano a costa del dolor y sufrimiento del pueblo.
21 comentarios:
¿Es la edición preparada por mi amigo Rodriguez Duplá?
efectivamente Dick , Leonardo Rodríguez Duplá es el que la presenta y traduce!
Que bueno saber que lo conoces!
+un abrazo
eduardo
Hola Eduardo,
Aristóteles en la Ética Nicomáquea nos habla de 3 regímenes básicos, monarquía, aristocracia y timocracia, los cuales se pueden degenerar en: tiranía, oligarquía y democracia. a la luz de las categorías de Aristóteles ¿en qué tipo de régimen se encontraría las llamadas democracias liberales?, yo tiendo a pensar que en una oligarquía. La diferencia entre los regímenes puros y los corruptos es que en los primeros el gobernante o los gobernantes gobiernan en beneficio de los gobernados cosa que no sucede en los regímenes corruptos. ¿podemos decir que en los regímenes que hoy en día llamamos democráticos los gobernantes, quienes sean, gobiernan en favor de los gobernados?.
Saludos
Hola Ernesto, en principio hay distinciones cuantitativas en donde la tirania es el mal regimen de uno y la monarquia el buen regimen de uno (bueno o malo en el sentido de gobernar a favor o en contra de la comunidad) . Muchas democracias liberales tienen lideres que concentran el poder claramente (y no solo en los llamados regimenes presidenciales) por lo tanto podrian ser perfectamente tiranias. Desde un punto de vista cualitativo efectivamente no habrian grandes diferencias entre la tirania y la oligarquia y por ello podrian calificarse indistintamente de oligarquias o tiranias a las democracias liberales
un saludo
eduardo
Para comprender las implicaciones de una tiranía en las actuales democracias liberales, veáse la obra de Juan Manuel de Prada "La Nueva Tiranía: el sentido común frente al Mátrix Progre"
A mi modo de ver,la tiranía es un componente esencial de los actuales regímenes "democráticos": la gran diferencia con respecto a otras tiranías del pasado es que éstas se ejercían, como en la Antigüedad Clásica, gracias a un componente fuertemente militar; el tirano de turno no era nadie si no estaba de su parte el factor represor del Ejército. No obstante, esta
visión "militarista" fue transformada durante la Guerra Fría, donde los avances en la experimentación de la llamada "guerra psicológica" convencieron a los poderes de que usar la violencia era una pérdida de tiempo, siendo preferible el control social mediante técnicas de manipulación mental.
Tal fue la clave que desembocó en la caída del Bloque del Este, momento en el que se produjo la "síntesis" que hoy gobierna el mundo a escala global: el comunismo se había quedado sin programa económico, mientras que el liberalismo venía arrastrando el problema de no poseer una ideología sólida y definida. Por todo ello, hoy vivimos bajo la tiranía del Sistema capitalista, pero con una base ideológica enraizada en la "New Left" de los años 60 y principios de los 70.
Esta tiranía de raigambre Fabiana pasa por un proyecto de Ingeniería Social que asegura a sus gobernantes el Poder merced al control omnímodo de estos tres factores:
1) Las Leyes
2) Los Medios de Comunicación de Masas
3) La Educación Pública
Controlando estos elememtos, el Poder tiránico tiene a su merced a la población que, bajo el yugo de esa triple confabulación, se muestra cada día más dócil ante el Estado y sus Instituciones, los cuales, lejos de servir a los gobernados, se sirven y hasta experimentan con ellos como de ratas de un laboratorio se trataran.
Eduardo,
Sobre Kojeve, existe un muy buen libro de Roger Devlin, "Alexandre Kojève and the outcome of modern thought" (2004).
Devlin, por cierto, también es un autor interesante. Este comentario sobre la reciente obra de Solzhenitsyn, Doscientos Años Juntos (que, por la naturaleza del tema que trata, no ha sido traducida ni al inglés ni al español) es uno de los pocos textos suyos que encuentras en la red: http://www.theoccidentalquarterly.com/archives/vol8no3/TOQv8n3Devlin.pdf
Saludos.
Gracias Antonio y GB, ya tome nota de sus recomendaciones
un abrazo
eduardo
Dr. buenas noches soy bruno de la maestria de constitucional de la pucp. ¿Podemos considerar, por ejemplo, una mala decisiòn de un gobernante en un estado de emergencia como tirana?. Estarìamos entonces, considerando a la tiranìa dentro un regimen democràtico (a pesar del estado de emergenca declarado), saludos.
hola bruno, no la tirania es un regimen politico, la dictadura es un regimen de emergencia pero que se enmarca dentro de la idea de buen regimen politico (porque vela por todos). Ahora si me estas hablando del estado de emergencia dentro de las democracias contenporaneas pues alli considero que ésta (la democracia) no seria calificada como un buen regimen politico por la clasificacion clasica y seria muy semejante a la tirania
saludos
eduardo
No te parece algo mal educado Gonzalo Gamio al no querer comentar ni en tu blog?
¿y por què tendrìa que comentar Gonzalo sobre un tema intrascendente?
Para el anonimo: ¿si es un tema intrascendente para que lees? cada tonto que hay por alli...
Profesor:
Interesante lectura. Creo que en el libro "¿Que es filosofía politíca?" tiene una disertación sobre la tiranía. Sobre Maquiavelo, las dos obras son como un complemento. Donde la republica en casos de emergencia, se debia regentar por un principe. Pero tambien Maquiavelo buscaba el "civismo" de los ciudadanos. Mi pregunta iba a si el "civismo" y la "etica civica" puede darse en una tiranía? o en un "despostismo ilustrado"?
hola uriel, maquiavelo en lOS DISCURSOS, plantea la via de la virtud civica y efectivamente el Principe responde a una situacion distinta (emergencia) me parece que en un despotismo ilustrado no habria espacio para desarrollar ciudadania
un abrazo
eduardo
Yo tenía un concepto disvalioso de la tiranía hasta que leí Creación de Gore Vidal. En él se esclarece que ese disvalor fue fomentado políticamente por la oligarquía ateniense, que se hizo del poder allí a través de un golpe de Estado (dando lugar a su conocida democracia) y, como era su costumbre, no sólo lo apologetizó, sino que intentó difundirlo.
La cuestión siempre radicó en la sorda disputa entre las fuerzas económicas que necesitan del poder para prosperar, y las fuerzas políticas que hacen del poder un resguardo del pueblo llano respecto de esas fuerzas económicas. El Pincipado romano nace y se justifica en la necesidad de proteger al ciudadano del avasallamiento de los aristócratas. Por eso, por ejemplo, es última instancia judicial. Por eso, su clave de bóveda es el fuero tribunicio. Pero cuida en diferenciarse, sobre todo en la forma pero también en su sistema sucesorio al menos hasta Marco Aurelio, de las monarquías orientales (contraste del que Octavio sacó mucho provecho en su enfrentamiento con Antonio). Las monarquías orientales pueden ser vistas, desde esa perspectiva, como tiranías, frente al carácter protector, justo y legítimo del Principado.
En definitivas, no queda bien claro el elemento diferenciante del principado respecto de la tiranía, más allá de la calidad de los hombres que lo han ejercido (¿o alguien puede dudar de que Calígula fuera un tirano?).
Asimismo, hubo en toda Grecia y en la Magna Grecia tiranías muy populares, con lo que la diferencia se diluye aún más.
Muy buena su reflexión sobre la tiranía tecnocrática moderna, aunque a mí me parece más una oligarquía (si bien a este último concepto se le atribuye últimamente nada más que un sentido peyorativo en materia económica, y no política, y no casualmente...)
También muy bueno el comentario de Antonio Marco Mora Hervás.
Un cordial saludo.
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