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martes, 1 de abril de 2008

Complexio Oppositorum


Artículos de Metapolítica


Eduardo Hernando Nieto



Ya es lugar común escuchar un sinfin de críticas a la Iglesia Católica desde los poderes mediáticos. Esto lo podemos apreciar frecuentemente cuando se destacan en las noticias sonados casos de pedofilia y de homosexualidad dentro de la Iglesia que han merecido inclusive que se hable de pagos importantes a los afectados para que se evite el escándalo o, por otro lado aun recordamos como los medios se regodeaban con la figura de Juan Pablo II en su etapa crepuscular como queriendo graficar la fragilidad de la Iglesia o finalmente, cuando se quiso destacar sobre manera el discurso “reaccionario” del actual Papa Benedicto XVI y por último nuestra propia realidad tampoco se escapa a esta corriente por ejemplo cuando se continua citando fuera de contexto algunas declaraciones brindadas por el hoy Cardenal Cipriani respecto a los derechos humanos.

Mientras tanto, el planeta se mueve peligrosamente entre dos ejes igualmente nefastos, por un lado la indiferencia y escepticismo religioso de hombres y mujeres preferentemente en el mundo postindustrializado y por el otro, el resurgir de credos de talante protestante que penetran con fuerza en los países periféricos, curiosamente apoyadas por ingentes cantidades de dinero que provienen de estos mismos países postindustrializados, en especial, desde los Estados Unidos. Tal parece que se trataría de una fórmula más para neutralizar lo poco que queda religión con metafísica en nuestros países ya que una vez que estos países se “protestantizan”, es decir, que transforman la religión en un credo exclusivamente moral entonces el siguiente paso será el de relajar este código moral – que por si es extremadamente absurdo – como natural rechazo a la rigurosidad de las reglas (recuérdese nada más la famosa moral victoriana en Inglaterra) para llegar finalmente al escepticismo y la intrascendencia.

Evidentemente nadie puede negar que la Iglesia tiene hoy problemas enormes y que se deben, desde mi óptica al error de “aggiornarse” , es decir, de abrir las ventanas y dejar que todo penetre invirtiendo así la regla que permitió a la Iglesia sobrevivir por tantos siglos en esta situación: “la Iglesia no se debe adecuar a la sociedad sino la sociedad debe de adecuarse a la Iglesia” , es evidente, que al cambiarse el orden de las cosas la Iglesia perdió su punto de apoyo que ahora se trasladó a la sociedad. Desde ese momento y como ocurre también en la política, la cabeza tendrá que seguir al cuerpo y sus extremidades y ya nos más el cuerpo se dejará conducir por la cabeza.

Así pues, por cientos y miles de años y gracias a la fortaleza de su dirección y su nexo con la revelación, la Iglesia estuvo en condiciones de aglutinar en su seno distintas tendencias sin que este pluralismo se constituyese en un lastre sino al contrario en una fortaleza, la magia en la solución del famoso acertijo de la complexio oppositorum (el complejo de los opuestos) fue en definitiva lo que le valió su supremacía y obviamente su autoridad.

A pesar de todo lo que viene ocurriendo aun la Iglesia existe y aun también se mantiene como una de las pocas Monarquías planetarias en medio de este mar de democracias liberales insulsas y sobre todo seculares. Como toda institución humana ciertamente no podrá mostrarse perfecta y siempre existirán sujetos indeseables en su interior como también los hay en todos los ámbitos e instituciones, pero de allí a tomar un caso particular y universalizarlo para satisfacer intereses y fines privados es una historia muy distinta.
Pienso que la Iglesia debería recuperar su terreno en principio denunciando firmemente a sus enemigos - ¡ y que los tiene por decenas! - , pero también asumiendo su autoridad frente a la sociedad dejando de ser ésta y más concretamente los medios de comunicación quienes tomen las dirección y el sentido de la vida humana.

sábado, 18 de agosto de 2007

Schmitt y la Teología Política


Artículos de Metapolítica


La tradición teológica política no se inicia en realidad con el constitucionalista y teórico político alemán Carl Schmitt (1888 – 1985) y más bien se tendría que decir que ésta aparece con la revelación y más específicamente con la fe en la revelación comenzando entonces su historia oficial con la presencia de Dios y de Satán como lo menciona el Génesis: “Dijo entonces el señor Dios a la serpiente: Por cuanto tu hiciste esto, maldita tu eres o seas entre todos los animales y bestias de la tierra; andarás arrastrando sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistades entre ti y la mujer; y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza, y andarás acechando su calcañar” .

En este pasaje bíblico tenemos ya dos referencias interesantes, en primer lugar se establece la dicotomía esencial de la teología y que se sintetiza en la presencia antagónica entre Dios y el Demonio, el bien y el mal, o entre el Cristo y el Anticristo o el amigo y el enemigo y en segundo lugar, se advierte la primera señal de la teología política cuando se indica que la lucha ente el bien y el mal podría llegar a su fin en algún momento . En todo caso, y volviendo al párrafo, la mujer a la que se refiere el versículo podría ser a su vez María o la misma Iglesia Católica y su descendencia Jesucristo o los fieles de la Iglesia Católica quienes derrotarían al Anticristo.

Así pues, “porque existe la revelación de Dios existirá entonces la enemistad hacia Dios” y “allí donde la revelación no despierte la fe entonces despertará la rebelión”, con estas citas de Heinrich Meier podemos comprender no solamente lo que representa la teología –político sino también sus efectos inmediatos. Se tratará en el fondo de representar la lucha entre Dios y Satanás quienes llevarán adelante una batalla decisionista que pensamos que terminará en algún momento con la victoria de Dios (el amigo) y la derrota de Satán (el enemigo) .

Pero, es en otro cita bíblica donde se muestra ahora si nítidamente la naturaleza de la teología política , esto cuando se destaca la presencia del Katéchon (o sello) del que habla la segunda epístola de San Pablo a los Tesalonicenses y que impediría la manifestación plena del inicuo o Anticristo. Es decir, que en el mundo el mal (anomia) tiene un freno que lo detiene y que en principio pudo haber estado encarnado por el Emperador Bizantino , por la Iglesia en alguna medida y finalmente por el Estado y por la política, pero que la desaparición o debilitamiento del Katéchon significaría también la decantación del Anticristo hasta la segunda llegada del Salvador.

La representación del hombre de la iniquidad (Anticristo) es por demás sugerente pues se muestra no solo como alguien que no cree en Dios (metafísica) sino que tampoco cree en el mismo hombre y por eso lo condena a la esclavitud perpetua. Cristo según el relato de otro reconocido teólogo político como Dostoievski (La leyenda del Gran Inquisidor en Los Hermanos Karamazov) representa como contraparte la libertad y seguir su camino significa sufrimiento pero también liberación a diferencia del sendero propuesto por el Gran Inquisidor que es la vía fácil, la de la felicidad sin libertad. La teología política desde un inicio entonces estará emparentada directamente con la filosofía en tanto que las dos trabajarán para lograr el mismo objetivo, es decir, la constitución de hombres libres.


El principio de la teología política entonces se manifiesta en la presencia del orden y del desorden que coexisten en una forma de relación de opuestos o contrarios pero que sin embargo no generan caos (complexio oppositorum) . El mal por su parte es visto en términos de peligro antes que en la forma de brutalidad o de salvajismo que sería más bien la lectura pesimista extrema del protestantismo o de algunos pensadores conservadores , en realidad Schmitt se aleja de las posiciones que toman a la ligera el problema del mal como también de aquellos que lo toman de un modo radical (es decir, demasiado en serio). Evidentemente en caso de que Schmitt y su teología política admitiesen la condición pecadora de todos los hombres en el sentido de decir que todos serían malos entonces caería en algunos absurdos como sería por ejemplo el hecho de que nadie tendría capacidad de gobernar (a menos que siguiese la línea hobbesiana en donde quien gobernaría sería un ser artificial) o si es el caso que todos fuesen buenos entonces todos deberían de gobernar al estilo de la voluntad general rosseuaniana. Así pues, como ya lo hemos indicado la teología política no puede asumir como total la depravación humana pues advierte más bien sobre la naturaleza herida y débil de la humanidad pero que permitiría también el establecimiento de una graduación y de adaptaciones , lo cual nuevamente la ubicaría en cercanía con la perspectiva filosófica y sus diversas visiones de la vida buena en concordancia con el grado de educación de la razón y el contexto en el que se ubica.

Uno de los textos claves para conocer la visión teológica – política del profesor Schmitt, es sin dudas Teología Política , curiosamente sin embargo este libro parte más bien de una afirmación que podría en principio ser algo ajena a la tradición de la teología política y muy próxima a un plano contingente y secular: “Soberano es aquél que decide sobre la excepción” . El problema de la definición de la soberanía nos conduce decididamente al tema del poder y se entiende que por alguna razón en particular Schmitt lo toma como algo esencial para el desarrollo de la teología política. Esto empieza a percibirse después de proseguir con la sentencia: “solamente esta definición puede hacer justicia a un concepto límite. Contrariamente a la terminología imprecisa que se encuentra en la literatura popular, un concepto límite no es un concepto vago, sino uno perteneciente a la esfera más extrema. Esta definición de soberanía debe entonces estar asociada con un caso límite y no con la rutina.”

La propuesta de Schmitt que viene a ser conocida como una forma de decisionismo político en principio se contextualiza dentro de una crítica al modelo racional –legal elaborado por Hans Kelsen y su propuesta de hacer del derecho una ciencia jurídica en todo el sentido de la palabra , al mismo tiempo junto con El Concepto de lo Político se convierte en uno de sus trabajos más crípticos y enfáticos en relación a la posición contra el liberalismo que precisamente escamotea cualquier forma de decisión . Pero, lo más interesante de todo lo constituye el modo como evalúa la excepcionalidad y su misterio, así la excepción no solamente es análoga al milagro en el orden teológico sino que muestra nítidamente la presencia de la incertidumbre y del peligro que pone en riesgo la supervivencia del Estado y la propia creación .

Sin embargo, debemos de tener en claro que la excepción schmittiana en términos políticos no es ni anarquista ni tampoco nihilista , busca como dijimos proteger el Estado y la estabilidad del orden social y por lo tanto no puede pensarse que la excepción sea igual al caos o la anarquía, y, si la excepción carece de reglas el modo adecuado como se enfrenta la excepción debe fundarse en el empleo de la prudencia . Schmitt considera además que la excepción es más importante que la regla en la medida que la determina y que precisamente ella se muestra claramente frente a la rutina de lo general o cotidiano esto no significa tampoco que considere que la excepción se manifieste de manera continua pues de ser así la excepcionalidad se convertiría en lo normal .

El modo como se combate la excepción recae pues en la soberanía -y el soberano - en el fondo ésta existe porque el mundo es peligroso e inseguro – desde la caída - como la revelación da cuenta de ello y además nosotros lo podemos constatar también de manera empírica en el mundo político. Por ellos, la soberanía representa la imagen del Katéchon que establece de manera artificial un orden relativamente seguro (léase el Estado) en la medida que el mal no desaparece sino que solo se modera o contiene . Así mientras no se descubra el sello entonces seguirá existiendo la política aunque como ya hemos indicado la política (y la soberanía) podrían desaparecer una vez que el problema del mal fuese superado, pero como esto en parte puede ser también incierto entonces lo mejor es afirmar lo político a través de la decisión. En todo caso, lo que si vale la pena subrayar es que esta decisión no aparece del vacío sino como un acto dentro de un orden concreto que se encuentra más bien alterado . El soberano schmittiano no es exactamente análogo al Dios que crea el mundo ex nihilo sino simplemente el hombre que siguiendo la voluntad de Dios actúa – generando mandatos imperativos - en un orden que aunque conmocionado existe y se trata de evitar su disolución.

Finalmente, la tradición de la teología – política de Schmitt y la decisión del soberano nos ubicará dentro de una mirada muy crítica respecto al pensamiento liberal que se caracterizará por derivar siempre la política a un plano discursivo o deliberativo sin llegar alcanzar una decisión final , esta deliberación que era típica del liberalismo y su famosa “clase discutidora” - como la llamaba Donoso - se había originado por la indiferencia del liberalismo hacia el bien y el mal y a la voluntad de Dios que era neutralizado por el gobierno de las leyes. El liberalismo entonces discutía o pretendía negociar cualquier asunto político o disolvía también cualquier verdad de un orden metafísico . Digamos pues que si bien se seguía hablando de la política o de Dios o inclusive del Rey todos en realidad quedaban despojados de poder y de significado.

La historia de la indiferencia hacia Dios y de la relativización del bien y del mal también había empezado con la revuelta de Adán y Eva. También aquí la misma discusión de Eva con la serpiente y la invitación de ella para que juntos con Adán coman del árbol del conocimiento del bien y del mal evidencian los oscuros orígenes del pecado y su relación con el diálogo (Eva y la serpiente – Eva y Adán) y también con el liberalismo que aquí significa desobediencia a la autoridad (Dios que ordena no comer de ese árbol) y por lo tanto duda y pérdida de fe (desconfianza) hacia Dios. La pérdida de la fe del hombre hacia Dios abre la indiferencia hacia la metafísica y la pérdida de la seriedad de la vida que se convierte entonces en pensamiento individualista, esto es, en ideología liberal.