Eduardo Hernando Nieto
Hace tiempo que se viene generando desde los poderes mediáticos una fuerte campaña contra la Iglesia Católica. Esto lo hemos podido apreciar recientemente con diversas noticias relevantes, por un lado los sonados casos de pedofilia y homosexualidad que ha merecido inclusive que se hable de pagos importantes a los afectados para que se evite el escándalo y por otro lado una figura papal presentada en los medios de una manera , muy discreta y que solo se la recuerda cuando manifiesta alguna crítica al establishment (Basta recordar también como en los últimos años del Papa Juan Pablo II se lo mostraba extremadamente debilitado como queriendo simbolizar lo que estaría padeciendo la Iglesia, esto es, el colapso total).
Mientras tanto, el planeta se mueve peligrosamente entre dos ejes igualmente nefastos, por un lado la indiferencia y escepticismo religioso de hombres y mujeres preferentemente en el mundo postindustrializado y por el otro, el resurgir de credos de talante protestante que penetran con fuerza en los países periféricos, curiosamente apoyadas por ingentes cantidades de dinero que provienen de estos mismos países postindustrializados, en especial, desde los Estados Unidos. Tal parece que se trataría de una fórmula más para neutralizar lo poco que queda religión con metafísica en nuestros países ya que una vez que estos países se “protestantizan”, es decir, que transforman la religión en un credo exclusivamente moral entonces el siguiente paso será el de relajar este código moral – que por si es extremadamente absurdo – como natural rechazo a la rigurosidad de las reglas (recuérdese nada más la famosa moral victoriana en Inglaterra) para llegar finalmente al escepticismo y la intrascendencia.
Evidentemente nadie puede negar que la Iglesia tiene hoy problemas enormes y que se deben, desde mi óptica al error de “aggiornarse” , es decir, de abrir las ventanas y dejar que todo penetre invirtiendo así la regla que permitió a la Iglesia sobrevivir por tantos siglos en esta situación: “la Iglesia no se debe adecuar a la sociedad sino la sociedad debe de adecuarse a la Iglesia” , es evidente, que al cambiarse el orden de las cosas la Iglesia perdió su punto de apoyo que ahora se trasladó a la sociedad. Desde ese momento y como ocurre también en la política, la cabeza tendrá que seguir al cuerpo y sus extremidades y ya nos más el cuerpo se dejará conducir por la cabeza.
Así pues, por cientos y miles de años y gracias a la fortaleza de su dirección y su nexo con la revelación, la Iglesia estuvo en condiciones de aglutinar en su seno distintas tendencias sin que este pluralismo se constituyese en un lastre sino al contrario en una fortaleza, la magia en la solución del famoso acertijo de la complexio oppositorum (el complejo de los opuestos) fue en definitiva lo que le valió su supremacía y obviamente su autoridad.
A pesar de todo lo que viene ocurriendo aun la Iglesia existe y aun también se mantiene como una de las pocas Monarquías planetarias en medio de este mar de democracias liberales insulsas y sobre todo seculares. Como toda institución humana ciertamente no podrá mostrarse perfecta y siempre habrán sujetos indeseables en su interior como también los hay en todos los ámbitos e instituciones, pero de allí a tomar un caso particular y universalizarlo para satisfacer intereses y fines privados es una historia muy distinta.
Pienso que la Iglesia debería recuperar su terreno en principio denunciando firmemente a sus enemigos - ¡ y que los tiene por decenas! - , pero también asumiendo su autoridad frente a la sociedad dejando de ser ésta y más concretamente los medios de comunicación quienes tomen las dirección y el sentido de la vida humana.
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