miércoles, 8 de agosto de 2007

A Propósito de la Teología Política y el Problema de la Línea


*Eduardo Hernando Nieto

1. La Naturaleza de la Línea y la Crisis de la Política

La crisis de lo político que se veía venir con fuerza desde inicios del siglo XX según lo advertían “profetas” como Weber, Schmitt, o Spengler[1] , se percibe claramente hoy con la convulsión social que gira alrededor de la pérdida de significados de los conceptos – particularmente los políticos – como también con la grave alteración de lo que fueron los espacios, los roles y las funciones sociales tradicionales.

Tal confusión se aprecia por ejemplo en el plano sexual cuando comenzamos a tener problemas para distinguir los sexos y se inventan conceptos ambiguos como el de “género”, en el aspecto político a su vez, se hace ya complicado discernir entre los ámbitos públicos o privados o peor aun, diferenciar al amigo del enemigo [2] , y la vaguedad también se exhibe cuando resulta imposible hablar de jerarquías, de centros y periferias, de lo real y lo ideal o finalmente en el plano moral, del bien y del mal.

Ciertamente, la gravedad y perversidad de este fenómeno – como demostraremos luego - es usualmente “anestesiada” recurriendo al lenguaje “académico”, describiendo esta nueva realidad simplemente como una manifestación natural de la llamada postmodernidad que se caracteriza justamente por la relativización de los conceptos y la consiguiente eliminación de las jerarquías, forma típica – dicho sea de paso – que acompañó a la modernidad cartesiana [3]. Inclusive, para los filósofos postmodernos, herederos directos del discurso marxista [4], como Lyotard, Foucault o Derrida, esta situación más bien podría ser vista de modo positivo en la medida que la superación y anulación final de las jerarquías se considera como un signo de plenitud democrática, hablándose así de la trascendencia o anulación del poder y finalmente de la afirmación de la igualdad plena.

Sin embargo, para entender este fenómeno y comprender sobre todo la naturaleza del peligro que ronda tras esta situación, según nuestra lectura particular, vamos a recurrir inicialmente al apoyo de la Teología Política, y al concepto de la línea o katechon. Así pues, desde la Teología Política, toda esta situación de crisis social y anomia no es sino fruto de un proceso acelerado de desdibujamiento de aquello que permitía anteriormente la separación y la consiguiente definición de espacios y roles, esto es, del nomos [5] , (de acuerdo al lenguaje jurídico), de la línea [6] , (desde la perspectiva metapolítica), o katechon, el sello que contenía la llegada del inicuo o anticristo [7] como afirmaba la revelación dentro del contexto teológico .

La idea de límite siempre estuvo asociado al hombre y su naturaleza, así lo entendieron filósofos clásicos como Sócrates, Aristóteles y Platón [8], teólogos como San Agustín o Santo Tomás e inclusive filósofos modernos como Montesquieu, Tocqueville o Stuart Mill [9], quienes con mayor o menor intensidad comprendieron que la virtud y la justicia dependían de la existencia de un orden político, asumiendo que este orden solo podría ser viable siempre que pudiesen definirse claramente límites, inclusive de carácter interno [10] .

En este sentido, la política tuvo también el objetivo de situar y delimitar espacios dentro de la tierra, vale decir, en conseguir mantener una línea de separación que definiera también los objetos, se tratara por ejemplo de una comunidad, de una familia, una Iglesias, del Estado, o de la propiedad o manteniendo una división entre contrarios, lo mío y lo tuyo , o lo bueno y lo malo [11] desde una perspectiva cualitativa. Una vez realizado esto, la política podía ya transformarse en filosofía política, esto es, en la búsqueda del mejor régimen político [12] que nacía del intento por armonizar a los opuestos.

Si bien es verdad que ha sido usual el asociar la idea de separación al pensamiento moderno – al menos en sus inicios - y en la política moderna al liberalismo y la democracia [13], sin embargo, como ya hemos visto en el contexto antiguo también estaba muy presente la idea de nomos o línea, tratándose en este caso de una separación que no buscaba alejar los espacios sino integrarlos en un todo coherente manteniendo la diversidad dentro de la unidad orgánica, garantía última del régimen justo.[14]

Así pues, el nomos como sostenía acertadamente el teórico político y jurista alemán Carl Schmitt , producía entonces un ordenamiento dentro de un espacio físico estableciendo inmediatamente significados y sentidos. El nomos podía entenderse también como el acto inicial de posesión de la tierra:

“ La historia de todo pueblo que se ha hecho sedentario, de toda comunidad y de todo imperio se inicia, pues, en cualquier forma con el acto constitutivo de una toma de la tierra. Ello también es válido en cuanto al comienzo de cualquier época histórica. La ocupación de tierra precede no sólo lógicamente, sino también históricamente a la ordenación que luego le seguirá. Contiene así el orden inicial del espacio, el origen de toda ordenación concreta posterior y de todo derecho ulterior. La toma de tierra es el arraigar en el mundo material de la historia.” [15]

Schmitt al mencionar el concepto katechon - o nomos - lo asociaba fundamentalmente al catolicismo, en donde la línea divisoria marcaba el terreno eclesiástico y político pero manteniendo una relación aun cuando podría ser que en el fondo la autoridad eclesiástica mantuviese una preponderancia en tanto el Imperio o la Respublica Cristiana se había construido en función a la revelación y al intento de evitar la concentración del poder [16]. El katechon en este caso podía entenderse también como autoridad, como auctoritas.

“La unidad medieval de imperio y sacerdocio en la Europa occidental y central no fue una concentración de poder en manos de una persona. Estaba basada desde el principio en la diferenciación entre potestas y auctoritas como dos líneas distintas de orden dentro de la misma amplia unidad. Las diferencias entre Emperador y Papa no son, por lo tanto diferencias absolutas, sino únicamente diversi ordines en los que perdura la Respublica Christiana” [17]

Por ello, la negación del katechon sería el llamado Cesarismo que surgiría alrededor de la revolución francesa constituyendo un régimen político presuntamente todo poderoso pero en términos reales muy débil en relación al Imperio porque el verdadero poder requiere también de la autoridad que era algo que el Cesarismo descartaba generando así un régimen político secular y enemigo de la Teología Política [18], es decir, negador del katechon y de la autoridad, por lo tanto, enemigo del orden.

Ciertamente, Schmitt, destacó siempre el carácter espacio – temporal y voluntarista de la política, en contraste con la dinámica abstracta y atemporal que se percibía por ejemplo en el discurso jurídico y político moderno de indudable de raíz kantiana [19], asimismo la política entendida como nomos o como katechon implicaba una toma de posición que creaba identidades y permitía así el reconocimiento y la consolidación de comunidades delimitadas por la propia política. De hecho, el nomos y su carácter concreto estaba aun presente en el discurso de los filósofos clásicos, en particular Aristóteles [20], entendiéndose básicamente como “la forma inmediata en la que se hace visible, en cuanto al espacio, la ordenación política y social de un pueblo”[21] .

Por cierto, que la propia idea de línea o nomos nos conducía a la imagen del trazado como acto de voluntad o decisión, una acción que implicaba en el fondo una recreación del acto fundacional del mundo, entendido éste como orden natural o divino, lo cual significaba que la política no podía nunca desligarse de su fundamento metafísico y teológico [22].

La presencia del nomos evitaba entonces la anomia que sería en el fondo una manifestación de la indecisión, indefinición y relativismo. En este sentido, verdaderos enemigos de la política o el nomos serían entonces la ausencia de decisión o voluntad, por un lado, y por el otro, la promocionada neutralidad frente a los valores [23], típica característica del liberalismo contemporáneo.

Así pues, la ausencia de decisión se observaría dentro de contextos como el del Mercado por ejemplo, pues éste sería el espacio de la “no decisión” y del “orden espontáneo” [24] , mientras que en el caso de la neutralidad, hablaríamos del Estado Liberal contemporáneo [25] precisamente al ser éste el mayor promotor de la indiferencia en el tema de los valores y del individualismo que niega el respeto por cualquier principio político u verdad objetiva.

Indudablemente, la carencia de conocimiento político [26] en el mundo actual hace pasar desapercibido este problema que resulta en la práctica crucial pues podría explicar muchos de los acontecimientos que se viene decantando hoy y que tienen que ver directamente con la pérdida de propósitos y sentidos en la vida de los hombres [27], con los conflictos que se suscitan por la falta de identidad, la ausencia de estatus y la lucha por el reconocimiento. Por eso mismo, es que el desdibujamiento del nomos significaría abrir las puertas al caos y al desorden.




2. Del Nomos a la Técnica y de la Técnica al Anomos

Llegados a este punto es pertinente plantearse algunas interrogantes, ¿qué es lo que ha producido este fenómeno de pérdida del nomos?, ¿por qué los límites han sido desbordados?, y lo más importante ¿cómo podría recuperarse el katechon?

Sin duda, que son preguntas complejas pero quizá la última sea mucho más difícil de responder. Por lo visto, la raíz del decaimiento de la línea está dado por el incremento del poder y la fuerza en los hombres. Si reconocemos en la línea un límite que no puede ser sobrepasado, el poder creciente que ha venido concentrado el hombre moderno ha servido para traspasar la línea e inclusive borrarla, con ello entonces se ha destapado “el sello” - como rezaba la revelación - , trayendo el consiguiente caos y la anomia generalizada.

Este poder concentrado, se llama en realidad Técnica Moderna[28] que tiene que ver directamente con esta crisis de la política. No por gusto, aquellos que se interesaron durante el siglo XX por el problema del katechon, como Jünger, Schmitt, Heidegger o Spengler, miraron con gran resquemor el desarrollo de la técnica.

La técnica moderna, a diferencia de la antigua como sostenía Heidegger no pretende “re – velar” o “des – cubrir” como la antigua poiesis , sino desafiarlo:

“ ¿Qué es la tecnología moderna? También es revelación. Solamente cuando nos permitimos prestar atención a su característica fundamental es cuando la tecnología moderna se nos muestra. Y sin embargo, la revelación que se da a través de la tecnología moderna no se manifiesta de la manera de traer hacia nosotros en el sentido de la poiesis . El revelar que subyace a la tecnología moderna es el del desafío (Herausforden), que coloca a la naturaleza en la poco razonable demanda de que nos provea energía que pueda ser extraída y almacenada como tal” [29]

Paradójicamente, esta técnica que podía servir para construir y expandir la vida y el bienestar y que era también fruto de la división del trabajo, poseía un lado maligno en el sentido de poder otorgar una fuerza igual de poderosa para destruir y alejar al hombre de su esencia, es decir, tenía el poder de remontarlo fuera de la naturaleza y fuera de su propia naturaleza, deshumanizándolo. Pero, esta técnica además, servía para relativizar espacios y hacerlos perder significado, como cuando empleábamos los ascensores en un edificio dejando vacíos y sin uso las escaleras, excluyéndolas de la realidad; o cuando la concentración de áreas comerciales en distintos lugares de la ciudad, empezaba a constituir una serie de ghettos sin contacto entre ellos, agudizando así la fragmentación de la ciudad y la afirmación de diferencias radicales.

El poder de la técnica en el campo de la biología podrá servir también para dejar completamente abierto el ámbito de la privacidad como los observamos en el caso del proyecto del genoma humano, que permite por ejemplo generar una cantidad de información sobre la persona [30] que no solo la hace vulnerable sino que en la práctica terminará por reducir su autonomía a niveles inaceptables. Con la técnica entonces la dualidad de lo oscuro y lo luminoso, se desvanece en favor de la luz, lo cual en el plano social puede leerse como la “publicidad de lo privado” que termina así por acabar con la privacidad[31].

En el fondo, la técnica moderna proporcionaba un poder excesivo a los hombres que terminaba por desvirtuar la figura de la autoridad, otorgándoles a sus detentadores una capacidad tal que ya no podían ser controlados por nada ni por nadie. En realidad la técnica al final podía más bien ser útil solo a ella misma y ya no a la humanidad [32], tal y como lo advertía también el propio historiador Oswald Spengler:

“La civilización se ha convertido ella misma en una máquina que todo lo que hace o quiere hacerlo maquinísticamente. Hoy se piensa en caballos de vapor, ya no se ven y contemplan las cascadas sin convertirlas mentalmente en energía eléctrica. No se ve un prado lleno de rebaños pastando sin pensar en el aprovechamiento de su carne. No se tropieza con un bello oficio antiguo, de una población todavía alimentada de savia primordial, sin sentir el deseo de sustituirlo por una técnica moderna. Con sentido o sin él, el pensamiento quiere realización. El lujo de la máquina es la consecuencia de una construcción mental. La máquina, es, en último término, un símbolo como su ideal oculto, el perpetuum mobile, es una necesidad espiritual y anímica pero no vital”. [33]


Pero, los mayores peligros radicaban no solo en que la línea al final podía ser barrida por la técnica sino también porque sin ser necesariamente eliminada ésta podía ser objeto de manipulación y alteración arbitraria. Es decir, que la técnica brinda también la posibilidad de “jugar” con su ubicación y ponerla según conveniencia en cualquier lugar. Un ejemplo de lo dicho lo encontramos claramente en la promocionada “sociedad civil” y sus productos conocidos como Organismos No Gubernamentales (ONGs) , concepto que posee tal ambigüedad que por momentos aparece ubicada dentro del ámbito privado pero también dentro del espacio público. Así, cuando se trata de participar en el gobierno “asesoran”, ocupan cargos públicos y cobran del erario Estatal como si se tratasen de organizaciones políticas elegidas popularmente gozando por ello de representación política, pero cuando el asunto tiene que ver con el control o la supervisión entonces inmediatamente se identifican con el espacio privado buscando así neutralizar cualquier acto de fiscalización, es decir, reivindican una inmunidad.

Esta situación, además de generar malestar por lo deshonesto e injusto del hecho, produce una sensación de real confusión, que es también un signo claro del proceso de desdibujamiento del katechon. La confusión es en el fondo un símbolo inequívoco de anomia exagerada, es decir, de una situación en la cual ésta supera al nomos y genera esta atmósfera tan nefasta que estaría avisando la próxima desaparición del nomos de la tierra.

Evaluado ya el problema de la pérdida del nomos, encontramos que su gestación se da con el arribo de la técnica moderna, que es a su vez resultado del desarrollo de la propia modernidad. Una modernidad que en si misma es un proceso contradictorio [34] y que se acelera día a día.

Ahora bien, si el nomos puede interpretarse como un acto de voluntad, es indudable que su restauración pasa por el terreno político, del poder y la decisión, pero el poder como hemos visto requiere de límites, es decir, que deje de ser solo poder y se transforme en autoridad. Sin embargo, el contexto actual difícilmente se presta para entender la naturaleza de la autoridad que además requiere de la fundamentación filosófica o teológica mas no científica. Asimismo, el otro grave problema lo encontramos con la misma presencia hegemónica de la técnica que no podemos anular además de ser esto también un absurdo. El nomos requiere entonces de una técnica que pueda ser limitada y en cuyo caso necesitará también de personas que puedan controlar dicha técnica y que se la reoriente a fin de que ella misma pueda contribuir a restaurar el orden con el trazado de la línea.

Consecuentemente, la tesis sugerida por Leo Strauss, respecto a la recuperación de la filosofía política y de la educación liberal[35] junto con la posibilidad de retomar la concepción del Estado decisionista en los términos de Carl Schmitt[36], serían dos alternativas necesarias en este objetivo. Se trata entonces de constituir por un lado ciudadanos virtuosos que estén en condiciones de manejar y moderar sus sentimientos para poder retomar el sentido real de la política, mientras que por el otro, de afirmar un Estado que oriente y fije sentidos y valores y no que permanezca impávido como aconsejan los impulsores del Estado neutral del liberalismo contemporáneo y del Mercado. Sólo así podremos retomar el sentido del katechon, es decir, gracias al reencuentro con la filosofía política y con la teología política.


* Doctor en Filosofía, Profesor de Teoría Legal y Teoría Política en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica del Perú

[1] Todos ellos inmersos dentro de la gran tradición romántica alemana que fue a su vez severamente crítica de la ilustración francesa pero también grandes animadores del vitalista pensamiento revolucionario conservador que llegará a su cúspide durante el periodo de la República de Weimar. Dicho movimiento intelectual cuestionaba acremente el individualismo y el aburguesamiento del proyecto constitucional de Weimar . Para una explicación del movimiento revolucionario conservador ver de Armin Mohler, Die Konservative Revolution in Deutschland 1918 – 1932, Darmstadt, 1972.
[2] Definición esta que marcaba el sentido de la política como distinguía acertadamente Carl Schmitt, El Concepto de lo Político, Madrid, Alianza, 1991.
[3] A esto es lo que se conoce como deconstrucción, esto es, la relativización de toda jerarquía. A partir de ese momento se podía jugar con la realidad estableciendo por ejemplo que lo que antes aparecía como centro se convertía ahora en periferia y viceversa. Cfr. Eduardo Hernando Nieto, “La Teoría Crítica Legal frente al derecho civil y los contratos” en Deconstruyendo la Legalidad, ensayos de teoría legal y teoría política, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002.
[4] No es extraño que los filósofos postmodernos provengan de las canteras marxistas, precisamente porque su postura se sustenta en la relativización de las jerarquías que concordaría con el sueño marxista de aniquilamiento de las diferencias.
[5] Carl Schmitt, El Nomos de la Tierra, en el derecho de Gentes del “Jus publicum europaeum”, Madrid, CEC, 1979.
[6] Definitivamente, este es el gran problema que se destaca por ejemplo en Europa a fines del siglo XIX y comienzos del XX y que se le asocia también con la llegada del nihilismo. Cfr. Acerca del Nihilismo, Ernst Jünger Sobre la línea, Martín Heidegger, Hacia la pregunta del ser, Barcelona, Paidós, 1994.
[7] Segunda Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses II – 6 –7. “ya sabéis vosotros la causa que ahora le detiene , hasta que sea manifiesto o venga en su tiempo señalado. El hecho es que ya obrando o formándose el misterio de la iniquidad ; entretanto el que está firme, ahora manténgase, hasta que sea quitado el impedimento”
[8] Ver Leo Strauss, “On Classical Political Philosophy” en What is political philosophy ?, and other studies, Chicago, Chicago University Press, 1988.
[9] Para indagar entorno a la relación entre el llamado liberalismo clásico y la idea de límite y separación ver las obras de Pierre Manent, An Intellectual History of Liberalism, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1996, The City of Man, Princeton , New Jersey, Princeton University Press, 1998, Curso de Filosofía Política, México, FCE, 2,003, también de Peter Berkowitz, El Liberalismo y los Límites de la Virtud, Barcelona, Andrés Bello, 2001.
[10] Refiriéndose a la naturaleza del pensamiento conservador que resumen adecuadamente esta característica de la política clásica Jerry Z. Mueller, señala: “Los Conservadores típicamente afirman que el imperfección moral de los hombres los lleva a actuar malamente cuando son gobernados por impulsos incontrolados, y requieren las restricciones y constreñimientos impuestos por las instituciones a fin de limitar este impulso subjetivo” En introducción a Conservatism, an anthology of social and political thought from David Hume to the present, editado por Jerry Z. Muller, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997, p.10.
[11] En este sentido, sería pertinente señalar que tal ambigüedad en el plano moral se gesta a partir del pensamiento humanista de Maquiavelo que promociona más bien la idea de la neutralidad política y la relativización de los valores. Cfr. Leo Strauss, introducción a Thoughts on Maquiavelli, Chicago, Chicago University Press, 1958 también, Natural Right and History, Cap. V Chicago, Chicago University Press, 1953.
[12] Leo Strauss, “What is political philosophy?” p.12. en What is Political Philosophy? and other studies…
[13] Pierre Manent, el reconocido filósofo político francés afirma que la democracia es en realidad una organización de separaciones y que el proceso de civilización estuvo precisamente marcado por esta tendencia. Cfr. Pierre Manent, Curso de Filosofía Política,... pp. 21 – 22.
[14] Todo esto lo podemos conocer a través de la importante obra Straussiana como por ejemplo The City and Man, Chicago, Chicago University Press, 1978 o Liberalism Ancient and Modern, Chicago, Chicago University Press, 1995. En relación a lecturas más contemporáneas a propósito de la naturaleza de la política antigua marcada por el pluralismo ver Stuart Hampshire, Justice is Conflict, Princeton, New Jersey, 2,000.
[15] Carl Schmitt, El Nomos de la Tierra...p.23.
[16] Ver, Carl Schmitt, “Teología Política II”, en, Carl Schmitt, Teólogo de la Política, editado por Héctor Orestes Aguilar, México, FCE, 2,001.
[17] Carl Schmit, El Nomos de la Tierra....p.40
[18] Ibid, pp. 42 – 45
[19] Carl Schmitt, Teología Política, cuatro ensayos sobre la soberanía, Buenos Aires, Struhart & Cia, 1998, pp.26 – 27.
[20] Carl Schmitt, El Nomos de la Tierra… p. 49.
[21] Ibid, p.53.
[22] “Todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados”, Carl Schmitt, Teología Política, ….p.54.
[23] Existe una profusa literatura al respecto que se genera fundamentalmente en el medio académico anglosajón
[24] F.A Hayek, Law, Legislation and Liberty, London, Routledge & Kegan Paul, 1982.
[25] Aquel avalado por autores como John Rawls, A Theory of Justice, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1971, Ronald Dworkin, Los Derechos en Serio, Barcelona, Ariel, 1984, Carlos Santiago Nino, Etica y Derechos Humanos, Buenos Aires, Astrea, 1989, Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Oxford, Basil Blackwell, 1979, entre otros.
[26] Que se sustenta justamente en la comprensión del significado del katechon o nomos.
[27] Pues el nomos no es solamente un mero orden sino un orden que tiene sentidos y propósitos y que estos sentidos o propósitos vienen revelados por la naturaleza o por Dios según se trate de filosofía clásica o de teología. La pérdida de estos fundamentos es lo que se llama desencantamiento del mundo. Cfr. Marcel Gauchet, The Desenchantement of the World, a political history of religion, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997.
[28] Que contribuye a la anulación del espacio y del tiempo, bases de la dimensión política.
[29] Martín Heidegger, The Question Concerning Technology, and other essays, New York, Harper & Row Publishers,1977.
[30] Información de todo tipo que puede incluir desde posibles enfermedades hasta sus taras más ocultas, ver Jorge Malem, “Privacidad y Mapa Genético” en Isonomía, N° 2, México, Abril 1995.
[31] En esta ambigüedad también se da lo inverso ciertamente, esto es, la privatización de lo público. Es decir, que lo privado y lo público se relativizan.
[32] Friedrich Georg Jünger, The Failure of Technology, Chicago, Ill, Henry Regnery Company, 1956, pp.61 – 65.
[33] Oswald Spengler, El Hombre y la Técnica y otros ensayos, Madrid, Espasa – Calpe, 1967, pp. 62 – 63.
[34] Como lo demuestra muy bien Leo Strauss al destacar que los valores de la modernidad como la libertad, la igualdad y la fraternidad se iban haciendo más frágiles a medida que se avanzaba con la modernidad. Cfr. “The Three waves of modernity” y “Progress or return? The contemporary crisis of Western Civilization” en, An Introduction to Political Philosophy, ten essays by Leo Strauss, Hilail Gildin (ed.) Detroit, Wayne State University, 1989
[35] Que se sustenta en el cultivo de la naturaleza humana como lo señalaban los pensadores clásicos. Cfr. “What is Liberal Education?”, en An Introduction to Political Philosophy, ten essays by Leo Strauss
[36] Para una presentación de este Estado puede verse mi texto, Eduardo Hernando Nieto, Pensando Peligrosamente: el pensamiento reaccionario y los dilemas de la democracia deliberativa, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000.

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