*Eduardo Hernando Nieto
Introducción
Seguramente si no hubiese sido por la masiva explosión mediática a partir de los artículos del New York Times o Le Monde [1], nadie, ni siquiera muchos académicos ligados al mundo de la filosofía política fuera del contexto académico de Norteamérica, habrían escuchado mencionar jamás el nombre de Leo Strauss.
Hoy la opinión pública “culta” supuestamente enterada en asuntos políticos reconoce a Leo Strauss (1899 – 1973) como la eminencia gris de la derecha norteamericana. El erudito profesor de Chicago y especializado en los “grandes autores” [2] y en los “grandes libros” que había logrado gracias a sus lecciones y publicaciones constituir toda una pléyade de académicos, periodistas y políticos leales a él y sobre todo a su pensamiento “esotérico” y elitista, consiguiendo que sus “graduados” y los “graduados” de sus “graduados” ocupasen posiciones claves y estratégicas en el gobierno del Presidente Bush y, peor aun sean, considerados como los artífices de la política exterior del gran país del Norte. En síntesis Strauss es ya sinónimo de “Neocon”, es el Rey Filósofo [3] cuyos discípulos hoy por hoy gobiernan el mayor Imperio en la historia de la humanidad.[4]
Sin embargo, es preciso señalar que esta historia no es tan reciente. Ya en 1997 , una profesora canadiense Shadia B. Drury, procedente de la izquierda liberal, publicó un texto [5] en el que se las ingeniaba para colocar en un mismo costal al conservadurismo cristiano, al republicanismo y por supuesto a Leo Strauss, destacando también que ya los fieles seguidores de Strauss empezaban a copar los puestos más importantes en la administración Reagan a inicios de los años ochenta incluyendo nombres como el del miembro de la Corte Suprema Clarence Thomas, el vocero en la cámara de representantes del partido republicano Newt Gringrich, o asesores muy cercanos a Reagan como William Bennet [6], William Kristol [7] y el ahora archifamoso Paul Wolfowitz [8] Para concluir la saga, una figura pintoresca - aunque es verdad que hace tiempo se le vincula a la Central de Inteligencia Norteamericana – empezó a propalar la imagen de un Leo Strauss “fascista” y “satánico”, una especia de padrino de una mafia que convirtió el 11 de Septiembre en una reactualización del incendio del Reichstag permitiendo establecer así una dictadura nazi – judía (sic) afincada en Washington[9].
Ciertamente, todo este barullo puede generar una enorme confusión respecto a la naturaleza y significado de la obra de Strauss por lo que urgen las aclaraciones. Es evidente que mucho de lo que se ha escrito respecto a su pensamiento puede tener algo de veracidad, pero una cosa es el discurso periodístico de divulgación y otro el académico que deja la simplificación para abordar las cosas en su complejidad, y sin dudas que Leo Strauss es un autor complejo como pueden serlo también todos los “grandes autores” que él trato de desentrañar durante toda su vida como profesor. En este sentido, este trabajo pretende en principio deslindar algunas falsas atribuciones y conexiones que asocian a Strauss con el llamado neoconservadurismo norteamericano [10], así como también profundizar en el análisis de algunas ideas correctamente presentadas pero que sin este estudio más exhaustivo podrían ser mal interpretadas e incomprendidas.
Empezaremos entonces con una presentación sucinta del discurso de Strauss, escribiremos después a propósito de las características del neoconservadurismo y finalizaremos demostrando que de real tiene el aserto que liga a Strauss con este pensamiento. Al concentrarnos en el discurso de Strauss, elegiremos por cierto, aquellas ideas que más fácilmente prenderían en el ámbito ideológico y de la propia acción política. La razón de esto se encuentra en que es preciso explicar porque es que podría haber un interés de parte del neoconservadurismo de explotar las tesis straussianas y porque también de la asociación involuntaria de Strauss con los socios y asesores de Bush.. Esta situación además mostraría un dilema inevitable y crucial, que hasta la fecha no encuentra una solución atractiva [11], la tensión entre el filósofo y el político que es finalmente el marco real en el que se desarrolla este debate entre Strauss y el Neoconservadurismo.
Si el filósofo político como lo afirma Strauss debe buscar el mejor régimen político y tratar además de transformar las opiniones políticas en conocimiento político [12], esto evidentemente solo podría efectuarse en el plano político y a través de una acción política, es decir, que se requería del poder político para cumplir con el telos de la filosofía política. Pero, ¿qué pasa cuando las ideas y los hombres descienden de las cumbres de la razón a los límites de la ciudad?, ¿perderían éstas y éstos su esencia?, ¿acaso - como el mismo Strauss afirmaba – no era verdad que la filosofía era al conocimiento como la política a la opinión? [13] . Parece pues, aquí inevitable la desnaturalización de las ideas a menos que quien haya generado o mejor dicho descubierto las ideas sea también el que las lleve a cabo en el plano empírico suponiendo que por su conocimiento y virtud actuaría con corrección.
En este caso estaríamos pensando en una fusión o integración entre el filósofo y el político, el pensamiento y la acción unidos, ora a través de un fundador o dador de leyes para la ciudad, un profeta, ora a través de la acción de un grupo de filósofos – políticos, una minoría selecta que podría verse ahora caricaturizada como las “élites neoconservadoras o los “elegidos” de Washington. Sin embargo, esto podría ser en el fondo una quimera o fruto del azar por lo que lo mejor sería simplemente manejar la relación entre los contrarios, - filosofía y política – de la manera más armónica tratando de que los políticos posean cada vez más conocimiento sin que dejen de ser políticos y los filósofos que puedan tener más contacto con el plano político sin que abandonen el mundo de la filosofía. Lamentablemente, esto es lo menos cercano a la realidad que más bien nos muestra una desfiguración de roles y una fusión peligrosa.
Precisamente, es esta conclusión la que ha contribuido a decantar toda esta confusión, que hace de Leo Strauss el “guru” del conservadurismo. Tanto los críticos de Strauss como del neoconservadurismo han partido de esta interpretación, es decir, que la fusión entre las dos vías, la del filósofo y la del político es un hecho ya no deseable sino posible y muy real, por ello, Leo Strauss (filósofo) sería no sólo el filósofo del neoconservadurismo sino un neoconservador en si mismo, mientras que ellos, los políticos como Paul Wolfowitz o “académicos” como Francis Fukuyama por ejemplo, serían a su vez filósofos straussianos. Aquí esta finalmente la raíz de los problemas y las confusiones.
Nuestra tesis se centrará entonces en demostrar que no es posible la integración entre el filósofo y el político y que al plantearse la fusión, se tergiversa todo y se concluye por afirmar equivocadamente que Strauss es el cerebro del neoconservadurismo contemporáneo. Es más, la tesis de Strauss en este sentido, es la del equilibrio y colaboración entre las dos vías, jamás la de la absorción, sin que uno avasalle al otro tal y como se daría en una sociedad de hombres libres y no como ocurre en nuestros tiempos modernos caracterizados más bien por la ausencia de equilibrio [14] y por el monopolio de uno u otro.
Leo Strauss, los Straussianos y el sentido de la Filosofía Política
Leo Strauss, emigró en 1938 a los Estados Unidos como muchos judíos alemanes que tenían problemas durante la Alemania Nacional Socialista, enseñó es diversos centros académicos de Norteamérica siendo el más importante la Universidad de Chicago donde dio clases sobre Platón, Aristóteles, Alfarabi, Maquiavelo, Hobbes, Locke entre otros. En el tiempo que se dedicó a la enseñanza asesoró más de cien tesis de doctorado, formando e influyendo a una serie de académicos e intelectuales (conocidos como straussianos) de tendencias conservadoras y liberales como Harry V. Jaffa [15], Allan Bloom [16], Martín Diamond [17], Harvey Mansfield [18], Wilmoore Kendall [19], George Anastaplo [20], Thomas Pangle [21], entre muchos otros.[22]
Para muchos puede resultar inexplicable como ha sido posible que un especialista en filosofía clásica, inmigrante además, hubiese podido generar tal influencia en un medio académico como el de Norteamérica, y como es que en estos momentos su pensamiento se advierta en distintos departamentos de política, constituyendo su nombre en sinónimo de la disciplina de filosofía política, así como el marxismo lo fue de la sociología en su oportunidad o el libertarismo de la economía como acontece hoy [23].
Probablemente esto se deba a la variedad y originalidad de la temática que trabajó. Así pues, entre los aportes al campo de la filosofía política y que encontraríamos particularmente relevantes para explicar esta conexión entre Strauss y los neocons, podrían citarse, su vínculo estrecho con la búsqueda de la VERDAD y las consecuencias que su sola referencia en el ámbito público pueda generar; el reconocimiento del contenido esotérico de los grandes textos que solamente pueden ser entendidos por unos “elegidos”, los filósofos; su interés por recuperar la “seriedad de la vida” a través de la religión; su atención por el tema de los regímenes políticos y la posibilidad de efectuar juicios de valor entorno a ellos, y por último, su lectura referente a la naturaleza del conflicto y su nexo con la política. Estos cinco puntos, ampliamente desarrollados y analizados en todos sus textos constituirán temas esenciales de la filosofía straussiana, pero a su vez se convertirán también en los elementos que permiten a sus antagonistas mezclarlo en las andanzas del neoconservadurismo.
Evaluando el primer punto, esto es, el del sentido de la filosofía y la búsqueda de la verdad, Strauss conviene desde un principio en identificar a la modernidad como la responsable de desnaturalizar el sentido de la verdad a través de los planteamientos del positivismo, el historicismo y el nihilismo [24]. En el plano político por su parte, la verdad se convertía en conocimiento político, y la filosofía política era sencillamente la búsqueda de tal conocimiento político [25].
Por ello, lo primero que se destacaba del pensamiento straussiano era su defensa firme de la filosofía política objeto de un gran descrédito durante la modernidad y que había sido literalmente destrozada y fragmentada bajo los nombres de economía, sociología y psicología social [26] , todo gracias al concurso inicial del positivismo:
“La exclusión de la filosofía política como doctrina acientífica es característica del positivismo de hoy. El positivismo no es ya lo que pretendía ser cuando Augusto Comte lo fundó . Aún conserva el recuerdo de Comte, no obstante, al considerar que la ciencia moderna es la expresión más elevada del conocimiento, porque no busca como la teología y la metafísica lo hicieron en otro tiempo, el conocimiento absoluto del porque, sino sólo el conocimiento relativo del cómo. Pero después de ser remodelado por el utilitarismo, el evolucionismo y el neo – kantismo, el positivismo ha abandonado enteramente la esperanza de Comte de que una ciencia social al estilo de las modernas ciencias naturales pudiera superar la anarquía intelectual de la sociedad moderna. Hacia la última década del siglo XIX la ciencia social positiva alcanzó su desarrollo final al darse cuenta de que existe una separación radical entre los hechos y los valores, y sólo los juicios sobre los hechos entran dentro del campo de la ciencias”. [27]
En realidad con esto no solo quedaba descartado supuestamente el carácter científico de la filosofía política sino se dejaba en claro que la ciencia política tendría que ser neutral e indiferente respecto al problema del bien y del mal, vale decir, respecto a la moral [28] .
Ciertamente, esta historia comenzaría durante la época de Maquiavelo, el verdadero fundador de la filosofía política moderna al considerar que era equivocado pensar en cualquier planteamiento político utópico y que más bien había que reducir la política a lo posible aun cuando esto fuese contrario al intento de alcanzar una vida virtuosa[29]. Así pues, quedaba claro que el hombre no tenía una tendencia hacia la virtud, y por ello, el bien de la sociedad, el bien común, no podía definirse por ella, sino más bien la virtud se establecía en base al bien común, esto es, a la elección de la voluntad colectiva [30]. Tal afirmación, definía precisamente el carácter positivista del mundo moderno que descansaba entonces en la afirmación absoluta de la voluntad humana. Esto último, explicaría el desplazamiento de la naturaleza que había sido el actor central del mundo político antiguo y de la filosofía clásica y su reemplazo por la voluntad individual.
El cambio aconteció como señala Strauss paulatinamente dentro de lo que denominó la crisis de la modernidad y la crisis de la filosofía política moderna. [31] Tanto Maquiavelo como Hobbes habían despreciado el status que poseía la naturaleza en el mundo antiguo y la convirtieron en un objeto de manipulación “el hombre como amo de todas las cosas” podría ser el nuevo referente para esta etapa[32] con ello se dejaba sin fundamentos a la filosofía política pues la naturaleza proveía de las causas finales que le daban sentido a la vida social. Más tarde, Rousseau y Hegel añadirían más elementos contra la filosofía política y a favor de la voluntad humana.
Si ya Maquiavelo y Hobbes habían convertido a la política en un problema de índole técnico [33], Rousseau va más lejos pues deja en manos de la historia el devenir de la humanidad siendo al final la historia producto de las voluntades humanas quienes son también las que crean las leyes a través de la razón [34]. Finalmente, la última manifestación de la modernidad estaría en manos de Nietzsche y Heidegger, quienes negarían la posibilidad de que la historia tuviese una racionalidad y un fin último al tiempo de hacer problemática la sensibilidad histórica que se convertía en angustiante para el hombre, de allí la necesidad por trascender: o super hombre o último hombre. Esta tercera etapa abría la era más hostil para el hombre y la vida política, el nihilismo. [35]
En relación a la verdad, estas tres olas de la modernidad acabarían con el sentido que la filosofía clásica le había otorgado. El positivismo implicó el fin de la búsqueda de la verdad pues afirmó su posesión definitiva (verdad positivista obviamente). El historicismo, siguiendo la línea anterior también dio por resuelta la búsqueda, pero relativizó el resultado y consideró la presencia de una pluralidad de verdades, (¿si todas son verdades entonces como las distinguimos?) por último, el nihilismo se deshizo del problema matando la verdad y generando entonces un gran vacío.
Strauss, prosiguiendo con las líneas clásicas de pensamiento, consideraba que había un conocimiento político que era necesario encontrar y que comenzaba precisamente por el conocimiento de lo que es el hombre y la ciudad, base a su vez de la filosofía política [36] . Aproximándose al alma y a la sociedad se podría tener más claridad respecto al sentido de la política. Empero, la sola mención de la existencia de un conocimiento político en medio de un mundo regido por la libertad absoluta y la negación del conocimiento, hacía de la filosofía una actividad riesgosa como bien se vio en el caso de Sócrates [37].
El peligro de la filosofía se encontraba en realidad en el hecho de que la sociedad se alimentaba en base a las opiniones, creencias y mitos, pero la filosofía al proponer el conocimiento podía colocar en zozobra los fundamentos en los que descansaba la ciudad [38]. En este sentido, la filosofía tenía que buscar la manera de llegar a la ciudad [39] sin alterar el orden de la misma. Una manera inteligente de hacer esto fue a través de una distinción entre lo que sería una doctrina esotérica que sería la verdadera y otra exotérica que sería la socialmente útil [40]. Así nacía entonces tesis straussiana de que los grandes autores de la antigüedad utilizaban este arte de la escritura aunque esto fue quebrado a partir de Maquiavelo pues ya el florentino había descartado la separación entre conocimiento y opinión al integrar el conocimiento al plano de la opinión con lo cual dejaba de tener sentido la filosofía política y el arte de escribir entre líneas.
En este aspecto también jugaba un rol protagónico el tema de la religión o de la fe. Reconociendo en principio que nuestra tradición occidental se había levantado en base al mutuo reconocimiento y colaboración entre Atenas y Jerusalén [41]. Si bien, Strauss parece inclinarse por Atenas antes que por Jerusalén [42], el aporte de la revelación se aprecia en todo lo que significa la sabiduría que emana de la Biblia y que permite también afirmar una serie de reglas morales relevantes [43], existiendo además otras convergencias importantes como era el rol destacado que tenían las familias dentro de la tradición griega y hebrea, así como el respeto por la ley que ambas realidades contemplaban [44] Recuperar la “seriedad de la vida” [45] era finalmente el puente que integraba Atenas con Jerusalén . En principio, el florecimiento de la cultura occidental, - afirmaba Strauss – se había gestado a través de la tensión entre la razón y la fe, por lo que podía interpretarse que la crisis de Occidente se debía finalmente a que la tensión había desaparecido por la rápida desaparición de la fe a manos de la ilustración y su idea de progreso [46].
La hostilidad hacia la religión por parte de la ilustración, vista ésta como mera superstición o error, mostraba en realidad la ignorancia a la que se había llegado en ese momento, pues nadie en el mundo antiguo, podía haber dudado de que la religión fuese un elemento vital para generar un orden social [47]. En este sentido, quedaba claro que la religión era tan necesaria para vivir en paz como la filosofía lo era para alcanzar la justicia y que ambas dependían mutuamente. [48]La ley aseguraría entonces la estabilidad para que pueda darse la búsqueda del conocimiento [49] y de esta manera se tendrían también mejores hombres y mejores ciudadanos.
Otro de los temas centrales dentro del discurso straussiano se encontraba en su referencia a los regímenes políticos. Ciertamente, mientras el concepto de naturaleza seguía vivo, éste ayudó mucho para comprender el sentido de la política. Si la naturaleza estaba constituida por miles de objetos de distintas formas y contenidos, entonces la política también debía mostrar estas mismas características, en la medida que la polis pertenecía al mundo de la naturaleza. En este sentido, es que surgía el del análisis del régimen político y la consecuente búsqueda del mejor régimen:
“ El régimen es el orden, la forma que da a una sociedad su carácter. Es, por lo tanto, un modo específico de vida. El régimen es la forma de vida como convivencia, el modo de vida de la sociedad y en la sociedad (...). Hay varias clases de regímenes. Cada uno demanda implícita o explícitamente, algo que va más allá de los límites de cualquiera sociedades que hoy existen. Estas demandas entran en conflicto unas con otras. Hay multitud de regímenes conflictivos. Así, pues, son los mismos, y no un simple ánimo discursivo, lo que nos obligan a preguntarnos cuál de los regímenes concretos en conflicto es mejor y, en último término, cuál es el sistema perfecto. Esta es la pregunta que marca la pauta a toda la filosofía política clásica.”[50]
Pero, así como existe la forma de la ciudad, el contenido o sustancia, representa la población que se encuentra en la ciudad, es decir, la patria o nación. Forma y sustancia interactúan , aun cuando, para el mundo clásico la forma era superior en dignidad a la materia. Un buen régimen político tendría que coincidir entonces con la naturaleza humana y contribuir a la formación de su carácter [51]. Sin embargo, quedaba patente para Strauss, que la posibilidad de que se manifestara el régimen óptimo, es decir, aquél en el que coincidieran la forma perfecta con la sustancia perfecta era prácticamente imposible pues estaba supeditado a un elemento ajeno a la voluntad de los hombres: el azar: “El logro del régimen óptimo depende de la reunión o coincidencia de elementos que por su propia naturaleza tenderían a marchar por caminos distintos (por ejemplo: la coincidencia en una misma persona de la filosofía y del poder político); esta conquista depende, por tanto, de la suerte.” [52]
Con esta afirmación, la filosofía política straussiana se ubicaba muy lejos del plano científico y sobre todo de su carácter dogmático y además permitía liberar al análisis político de las generalizaciones propias de la ciencia que había sido la característica del estudio de la política durante la modernidad [53].
Adhiriéndose a la tesis del mundo como pluriverso, - universo plural si cabe el término – podía entenderse que las tensiones entre los Estados o las ciudades fuese algo natural. Así como existía el orden, también aparecía el desorden por lo que la guerra no era un fenómeno contrario a la naturaleza [54]. De hecho, Tucídides ya se había encargado de mostrarnos lo que significaba ver a la ciudad en movimiento, mientras que Platón nos la había mostrado en reposo [55] y la idea de movimiento evidentemente significaba guerra [56] y si bien es cierto que la mayoría de las veces la ciudad se encontraba en paz [57], no podía dejarse de lado la presencia de la guerra civil y de la guerra externa.
De alguna manera, podía pensarse que la lectura realista de Tucídides era el complemento necesario de la filosofía política. Por ejemplo, la abstracción de “La República” platónica, podía ser superada por la precisión de la descripción de la guerra y la identificación de los involucrados que encontrábamos en la Historia de la Guerra del Peloponeso [58] con lo cual podíamos también contar con la presencia del plano empírico e histórico. Así pues, la filosofía straussiana tomaba también en consideración el plano de la guerra como un componente más del mundo político.
Neoconservadurismo en Norteamérica
Sin duda, que el pensamiento conservador como ideología moderna, se plasmó a través de la tradición ilustrada escocesa e inglesa [59], siendo sus exponentes mas conocidos Edmund Burke[60] y David Hume,[61] y más contemporáneamente Michael Oakeshott [62] y Roger Scruton [63].
La evocación del orden, la unidad, el pasado como unidad, la moderación, el sentido común, la jerarquía, los valores, las costumbres, la religión y las instituciones entre otras, han sido algunas de sus características mas conocidas y perdurables. Asimismo, su tenaz oposición a la ilustración francesa y el racionalismo con el que prácticamente se definió la modernidad, fue también una constante dentro del pensamiento conservador.
Sin embargo, Irving Kristol [64] – uno de los líderes más representativos del neoconservadurismo hoy - marcó desde un principio diferencias entre el conservadurismo y el llamado neoconservadurismo. Así, la usual evocación de un pasado ordenado y aristocrático (como se daba en el sur de los Estados Unidos por ejemplo) era superado por su aprecio a la sociedad burguesa y progresista y sin mediar ninguna sensación de nostalgia por el pasado [65] .
Precisamente, la admiración por la sociedad burguesa y por la sociedad comercial era algo que definía al neoconservadurismo, y, si bien era verdad, que esta sociedad comercial se había logrado gracias a la presencia de una ética religiosa [66] (puritana) también era visible cierto decaimiento en el que la especulación desplazaba al espíritu de empresa. Aquí, sin embargo, se producía cierta contradicción, pues Kristol y sus amigos se sentían muy cómodos con la presencia de las grandes corporaciones comerciales cuyo crecimiento no siempre se debía al espíritu de empresa sino también a la especulación y las malas artes.
Así pues, mientras ellos podían reivindicar un retorno de la moral y la virtud que se podía relacionar con la recuperación del espíritu religioso, también invocaban al mismo tiempo la defensa de la una sociedad abierta y sin trabas, que permitiesen el crecimiento ilimitado de la riqueza y la opulencia [67]. Moderación y exceso parecían pues dos conceptos inviables a pesar de lo que pudieran pensar los neocons.
En este sentido, la contradicción podía quizá explicarse por esa extraña cercanía inicial de los neocons con el Trotskysmo y el Marxismo [68], que se caracterizaba a su vez por su lectura de la realidad y de la historia basada en la contradicción y la lucha. De hecho, el tema del poder siempre fue relevante dentro de estas tradiciones como lo es también dentro del discurso neoconservador.
Según Kristol, el neoconservadurismo percibe el mundo en términos de una oposición entre lo que sería “ortodoxia” y la “contracultura”: “la ortodoxia es práctica y prosaica, antes que poética y romántica. La ortodoxia no es fantasiosa, sino real, posible, completa y buena. Su representante clásico es el judaísmo rabínico en vez del judaísmo profético. La religión, la ley y la familia son los tres pilares de la ortodoxia” [69]
La ortodoxia entonces reconoce que la religión y la ley pueden moderar la naturaleza pecaminosa del hombre así como también brindar una justificación y explicación respecto a los males que existen en el mundo. Por su parte, todas aquellas prácticas como la homosexualidad, la prostitución, el aborto etc, podrían colocar en riesgo a las familias – que son las bases de la ortodoxia - lo cual explicaría su rechazo [70].
La contracultura por su parte, es extravagante e idealista y al no estar capacitada para soportar las cargas y pesos de la existencia humana, moviliza el descontento natural a través de la evasión. El Cristianismo, habría contribuido así a decantar esta tendencia [71].
La liberación total entonces será el camino a seguir desde la contracultura, implicando esto liberación sexual, liberación femenina, de gays, y el aniquilamiento de todo aquello que mantiene la ortodoxia, esto es, la ley y la religión. Asimismo, la expansión de la libertad y la superación de los frenos generará un pluralismo disolvente y una anarquía moral [72]. Desde esta perspectiva se puede apreciar claramente que la política se sustenta entonces en esta oposición y que la fuerza de la contracultura solo puede concluir con la afirmación del nihilismo, la muerte de todos los valores , la intolerancia y paradójicamente el fin de la sociedad liberal [73].
Un punto también importante dentro del pensamiento neoconservador se encontraba en su defensa del nacionalismo que inclusive trascendía el patriotismo usualmente asociado a la tradición constitucional republicana [74].
El nacionalismo, era en realidad un incentivo importante para forzar a los hombres a la defensa de la comunidad habida cuenta sus tendencias egoístas y a que no habrían justificaciones de carácter racional para explicar la obediencia política, de allí la importancia de recurrir a un concepto como el del nacionalismo [75].
El nacionalismo, a diferencia del patriotismo no se centraba en el pasado sino más bien en el futuro y en la grandeza del mañana. Esta referencia podía servir también para entender mejor la notable influencia del neoconservadurismo en la política exterior Nortemericana de la actualidad:
“....los neoconservadores creen...que las metas de la política exterior norteamericana deben ir mucho más allá de la definición de “seguridad nacional” . Es el interés nacional de un poder mundial, entendido como un destino nacional...no una miope seguridad nacional” [76]
Justamente, revistas como The National Interest o Commentary, reunían artículos a propósito de esta concepción, que dejaban traslucir cierto sesgo expansionista y agresivo y que culminarían con el diseño de una política exterior amenazadora y beligerante con respecto a quienes se oponían a los valores Nortemericanos , (en este caso a los valores de los neoconservadores).
Sobre este aspecto, se intentaba reducir el neoconservadurismo a un pensamiento puramente schmittiano [77], en el que todo se definía en función a la distinción entre amigo y enemigo u ortodoxia y contracultura. Empero, la conexión no era del todo feliz pues, mientras Schmitt, consideraba siempre que la oposición tenía solamente carácter público mas no privado (vale decir, solo enemigo público y no privado), parecía advertirse que los neocons no estaban dispuestos a mantener tal distinción e integraban al enemigo también dentro del espacio privado[78] lo cual los acercaba más hacia un discurso teológico antes que filosófico. Estas son entonces algunas de sus características.
Strauss y los Neocons
Dijimos al inicio de este texto que Strauss no podía ser considerado dentro del pensamiento neoconservador no solo por que él fue un filósofo, y el discurso neoconservador estaba más cerca de la política que de la filosofía sino porque Strauss pretendía la coexistencia entre filosofía y política, en tanto los neoconservadores absorbían la filosofía en la política. Nuestro argumento, descansó entonces, en la naturaleza de la filosofía straussiana, basada en la tensión entre la filosofía y la política, mas no en la fusión. En este sentido, quienes afirmaban el carácter neoconservador de Strauss como la misma Shadia S. Drury estaban completamente equivocados pues no alcanzaban a comprender que no era posible esta integración.
En realidad, el pensamiento neoconservador tendría al final, más líneas en común con Maquiavelo y los modernos antes que con Strauss y los antiguos. Es más, los neoconservadores estaban ellos mismos desnaturalizando el propio régimen norteamericano fundado como señala Strauss y la mayoría de Straussianos, bajo presupuestos premodernos.
Recordando la conocida introducción a Thoughts on Maquiavelli, Strauss, establecía nítidamente las distancias entre Maquiavelo y el régimen político americano: “Los Estados Unidos puede decirse que ha sido el único país en el mundo que se fundó en estricta oposición a los principios de Maquiavelo. De acuerdo a Maquiavelo el fundador de la más célebre ciudad de la antigüedad fue un fraticida; la fundación de la grandeza política descansa necesariamente en el crimen” [79]
Y añadía además que cualquier tiranía moderna tenía sus raíces en Maquiavelo, [80] donde, siguiendo la tradición renacentista, lo útil podría ser justo. En este sentido, Maquiavelo, era el ejemplo del político moderno, aquél que no aspiraba ya a buscar el mejor régimen político sino a afirmar “aquí y ahora” aquél que desde su lectura parcial consideraba el mejor y el único régimen político.
Los neoconservadores podían articular entonces un discurso que calzaría mucho mejor con la “primera ola de la modernidad” [81], un discurso en realidad de poder, que acabaría con la verdad y que más bien impondría su verdad, pretendiendo haber superado el dilema entre el pensamiento y la acción. Así pues, los neoconservadores tomaban a la política como fin en si mismo y no como un medio que podría ser el caso de Strauss y los straussianos.
Es correcto, que para hacer filosofía política, se requería de un orden y de libertad plena. A primera vista, los dos conceptos lucían opuestos, pero no sería necesariamente el caso si es que se mantenían dentro de espacios delimitados. Es decir, un espacio abierto donde vivía la filosofía y un espacio cerrado por la ley (sea de carácter religioso o moral) donde operaría la política. Empero, no para afirmarse con esto una tiranía o una jerarquía en donde los pocos (aquellos filósofos por ejemplo, que comprenden los grandes textos) sometiesen al resto, a los muchos, ignorantes e incapaces de vivir en libertad, sino para enseñarles a ellos mismos a ser hombre libres y a que cambiasen sus opiniones políticas por conocimiento político [82].
Precisamente los escenarios más peligrosos para el conocimiento y la libertad han sido aquellos en los que no se encontraba el balance entre la filosofía y la ley, bien por ausencia de ley como en aquellos regímenes sustentados por la sola filosofía [83], como serían los regímenes herederos de la revolución francesa y el liberalismo del siglo XX (República de Weimar por ejemplo), bien por falta de filosofía y por el monopolio de la ley (La República de los Kristol, Runsfeld y compañía por ejemplo)
En el pensamiento neoconservador, no se advertía ningún proyecto convergente con la propuesta straussiana, sino más bien la afirmación – paradójicamente - de un régimen cerrado, sin libertad y pluralismo, pues ambos solo tendrían sentido cuando hubiese algo que buscar, o existiera una naturaleza por descubrir, cosa que no era el caso. De allí entonces, que se viera más bien este discurso neoconservador como una suerte de teología secularizada y muy radical. Teología secularizada [84] que hacía también del progreso material y las finanzas un dogma y que marcaba además las distinciones entre amigo y enemigo, colocando al enemigo fuera de este mundo, deshumanizándolo [85].
Strauss y los straussianos representan finalmente un pensamiento bastante alejado del neoconservadurismo y la política contingente que el solo hecho de usar su nombre para la defensa de un proyecto tan opuesto al conocimiento política es simplemente no tomar en serio la obra de este notable pensador del siglo XX y desmerecer sus aportes en el terreno de la verdad y la búsqueda de libertad.
· Doctor en Filosofía
[1] Ver de James Atlas, “ Leo – Cons: A Classicist´s Legacy: New Empire Builders”, en The New York Times, Mayo 4 , 2003; Alain Fronchon & Daniel Vernet, “Le Stratege et le Philosophie”, en Le Monde, Abril 15, 2,003.
[2] Entre sus libros más importantes podemos citar, The Political Philosophy of Hobbes: Its basis and its genesis, Chicago, Chicago University Press, 1952; Persecution and the Art of Writing, Glencoe, Ill, Free Press, 1952 (hay edición en español); Natural Right and History, Chicago, Chicago University Press, 1953; Thoughts on Machiavelli, Chicago, Chicago University Press, 1958, (hay traducción española en Madrid, Instituto de Estudios,Políticos, 1964); What is Political Philosophy? and other studies, Glencoe,Ill, Free Press, 1959 (hay edición española en Madrid, Guadarrama, 1970); On Tyranny, Glencoe, Ill, 1963; The City and Man, Chicago, Rand NcNally, 1964; Spinoza´s critique of religion , New York, Schocken Books, 1965.
[3] Esto por su cercanía con el pensamiento de Platón
[4] Zbigniew Brzezinski, El Gran Tablero, la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Barcelona, Paidós, 1998.También Robert Kagan, Of Paradise and Power, America and Europe in the new world order, New York, Alfred Knopf, 2,003.
[5] El libro en cuestión es Leo Strauss and the American Right, New York, Saint Martin´s Press, 1997, que ha sido objeto de muchos cuestionamientos por parte de straussianos y de académicos que lo consideran inexacto por no utilizar referencias directas de la obra de Strauss o citarlo fuera de contexto. También de la misma autora The political ideas of Leo Strauss, London, MacMillan, 1988.
[6] Antiguo secretario de educación
[7] También ex jefe de asesores del gabinete de la secretaría de educación y editor de una de las más importantes revistas políticas de Washington asociada obviamente al conservadurismo republicano The Weekly Standard
[8] Alumno de discípulos directos de Strauss como Allan Bloom en la Universidad de Chicago, actual subsecretario de Defensa y según se dice “artífice” de las políticas de Bush en Afganistán e Irak.
[9] El susodicho es Lyndon LaRouche Jr y el texto que es una colección de distintos artículos escritos por sus seguidores: Children of Satan, the ignoble liars behind Bush´s no – exit war, en: http://larouchein 2004.net/pdfs/pampheticos.pdf
[10] Parece que el término neoconservadurismo fue acuñado después de 1945 para referirse a una nueva camada de conservadores, de allí lo tomó Irving Kristol (padre de William Kristol) quien será en realidad el generador intelectual de la criatura y que se adoptó aceleradamente por el partido Republicano. El mismo Irving Kristol asoció sus ideas con las de importantes académicos como Daniel Bell, Norman Podhoretz, Seymour Martin Lipset, Samuel Huntington, entre otros. Más adelante precisaremos los alcances del neoconservadurismo.Ver Shadia B.Drury, Leo Strauss and the American Right...p.137.
[11] Y quizá nunca debería tenerlo siendo más bien el juego de la filosofía el de mantener el equilibrio entre los dos
[12] Leo Strauss, “¿Qué es Filosofía Política?” en: ¿Qué es Filosofía Política?..., p.18.
[13] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir”, en:¿Qué es Filosofía Política?..., p.301.
[14] Definitivamente, el equilibrio entre tendencias o fuerzas contrarias es la vía de Strauss. Este balance se verifica también por ejemplo en la relación entre Filosofía y Teología. Ver, Leo Strauss “Jerusalén y Atenas varias reflexiones preliminares”, en: Leo Strauss, Persecución y arte de escribir, y otros ensayos de filosofía política, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim, 1996.
[15] American conservatism and the American founding, Durham, N.C, Carolina Academic Press, 1984; How to think about the American revolution, Durham, N.C, Carolina Academic Press, 1978; Original intent and the framers of the Constitution, Washington D.C, Regnery Publishing, 1994, Storm Over the Constitution, Lanham, Lexington Books, 1999, entre otros.
[16] The Closing of the American Mind, New York, Simon & Schuster, 1987 (hay traducción al español); Giants and Dwarfs: essays 1960 – 1990, New York, Simon & Schuster, 1990, (también traducido al español por la editorial Gedisa), Love and Friendship, New York, Simon & Schuster, 1993, (traducido por la editorial Andrés Bello)
[17] “Ethics and Politics: the American Way” en: The Moral Foundation of the American Republic, Robert H. Horwitz ed. Charlottesville, Va. University Press of Virginia, 1986.
[18] Taming the Prince, New York, The Free Press, 1989; American Constitutional Soul, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1993.
[19] The conservative afirmation in America, Chicago Ill, Gateway Editions, 1985.
[20] The artist as Thinker: From Shakespeare to Joyce, Chicago Ill, Swallow Press, 1983; Abraham Lincoln, a constitutional biography, Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield, 1999.
[21] The Enobling of Democracy. The challenge of the Postmodern Age, Baltimore Md, The Johns Hopkins University Press, 1992; The Spirit of Modern Republicanism: the moral vision of the American Founders and the Philosophy of Locke, Chicago, Ill, Chicago, University Press, 1988.
[22] Para una detallada información sobre la vida y obra de Strauss y la influencia que éste tuvo en el mundo académico de Norteamérica, incluyendo los nombres de los profesores que se ligan a su pensamiento se puede consultar la página web, www.straussian.net/com . Por otro lado, siempre es importante revisar la especie de autobiografía intelectual que Strauss presenta en la introducción a su texto Spinoza´s Critique of Religión, New York, Schocken Books, 1965. También Robert Pippin, “The Modern World of Leo Strauss” en, Political Theory, 20:3; August 1992, pp. 448 – 472.
[23] Karl Jahn, “Leo Strauss and the Straussians” en: http://home.earthlink.net/~karljahn/Strauss.htm
[24] Ver Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?…pp.53 – 73 ; Natural Right and History,...pp. 9 – 34. “The three waves of modernity” en: An Introduction to political philosophy, ten essays by Leo Strauss, Hilail Guildin (ed) , Detroit, Wayne University Press, 1989 .pp. 81 - 97
[25] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?..., p.14.
[26] Ibíd..., p.21.
[27] Ibíd,..., p.22.
[28] Como se aprecia claramente cuando Strauss evalúa el problema de la tiranía contemporánea: “No es accidental que la ciencia política actual no haya podido captar el significado real de la tiranía. Nuestra ciencia política está obsesionada por la creencia que los “juicios de valor” son inadmisibles en una consideración científica, y llamar a un régimen tiránico claramente implica pronunciar un juicio de valor”, Leo Strauss, On Tyranny,....p.23.
[29] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?...p.54.
[30] Ibid, p. 55. Cómo lamentablemente ocurre hoy en día y que ha permitido que el gobierno por medio de las encuestas sea la forma usual de dirigir un Estado.
[31] Leo Strauss, “The three waves of modernity”...p.82.
[32] Ibíd...., p.85.
[33] Ibíd...., p.89.
[34] Ibíd,..., p.91.
[35] Ibíd,..., pp. 96 – 98.
[36] Leo Strauss, The City and Man…p.1. El conocimiento siempre es por cierto conocimiento del todo, mientras que las opiniones son más bien parciales, de allí su subordinación respecto al conocimiento.
[37] El problema de Sócrates en realidad habría sido el haber desafiado las leyes y costumbres de la ciudad (opiniones) y por eso resultaba un subversivo a los ojos de las autoridades, de allí que fuese necesario a partir de esta experiencia el tener que ocultar los conocimientos filosóficos, solo para aquellos que estén en capacidad de entenderlos. Los filósofos tendrían que escribir entonces “entre líneas”. Ver, Leo Strauss, “Persecución y arte de escribir” en: Persecución y arte de escribir
[38] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir” en: ¿Qué es Filosofía Política?...p.302. También, Persecución y arte de escribir..., pp. 76 – 77.
[39] Precisamente para transformar las opiniones políticas en conocimiento político
[40] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir”..., p.302.
[41] Leo Strauss, “Jerusalén y Atenas, varias reflexiones preliminares” en: Persecución y arte de escribir..., p.93.
[42] “Nosotros mismos no somos sabios, pero deseamos llegar a serlo. Somos buscadores de sabiduría, philo – sophoi. Al decir que deseamos escuchar primero y luego decantar la decisión, ya nos hemos decidido a favor de Atenas en contra de Jerusalén”. Ibíd...., p.97.
[43] Leo Strauss, “Progress or return?” En: An Introduction to Political Philosophy, ten essays by Leo Strauss…, p.274.
[44] Steven Smith, “Between Athens and Jerusalem”, The Review of Politics, Winter, 1991, vol.53. p.80.
[45] Eduardo Hernando Nieto, “¿Teología Política o Filosofía Política?: La amistosa conversación entre Carl Schmitt y Leo Strauss” en: Carl Schmitt su época y su pensamiento, Buenos Aires, EUDEBA, 200, p.190.
[46] Leo Strauss, The City and Man, pp. 1 – 12.
[47] Steven Smith, “Between Athens and Jerusalem”…, p.82.
[48] Ibid.
[49] Evidentemente lo que hemos tenido durante la modernidad ha sido o bien, un monopolio de la filosofía durante la ilustración y su gobierno de filósofos (anarquía total) o bien, un monopolio de la religión secularizada a través de los regímenes totalitarios, es decir, posiciones excluyentes.
[50] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?..., pp. 44 – 45.
[51] De allí que la Democracia no sea vista con simpatía como el mejor régimen pues se sustentaría en la libertad y no en la virtud, y esto haría difícil la vida entre los hombres atendiendo a la falta de educación de las mayorías. Cfr. Leo Strauss, Ibíd…., pp. 47 – 48.
[52] Ibíd.,....p.45. También, “The three waves of modernity”; p...84 – 85.
[53] Gary Schmitt & Abram N. Shulsky, “Leo Strauss and the World of Intelligence (By which we do not mean nous)” en: Leo Strauss, the Straussians and the American Regime, Kenneth L. Deutsch & John A. Murley (ed), Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, 1999, p. 409. Para un análisis de la crítica straussiana a las ciencias sociales y en particular a la ciencia política, ver el excelente trabajo de Nasser Behnegar, Leo Strauss, Max Weber, and the Scientific Study of Politics, Chicago, Chicago University Press, 2003.
[54] Es más, dentro de la literatura contemporánea en teoría política y en derecho se viene recuperando esta lectura que destaca la presencia del conflicto como un componente permanente en la vida humana. Ver, Stuart Hampshire, Justice is Conflict, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 2,000.
[55]Así tras la secuela de La República, Sócrates deseaba ver a la mejor ciudad en movimiento aun cuando admitía que él no podía hacerlo. Leo Strauss, The City and Man..., p.140. Ver, Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Cátedra, 1994. También se puede ver “Tucídides”, David Bolotin, en Leo Strauss y Joseph Cropsey, Historia de la Filosofía Política, México, FCE, 1992..
[56] Recordemos que Strauss había mantenido una relación importante con Carl Schmitt, quien había definido a la política en términos de la distinción amigo – enemigo. Cfr. Carl Schmitt, El Concepto de lo Político, Madrid, Alianza, 1991, p. 56. Strauss a propósito de este texto escribió la crítica, “Anmenkungen zu Carl Schmitt, Der Begriff des Politischen” cuya versión al español se encuentra en el texto ya citado Persecución y arte de escribir, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim, 1996.
[57] Leo Strauss, The City and Man..., p.240. Con lo cual, también se contradice la tesis neoconservadora de que la guerra es un estado constante y permanente.
[58] Ibíd....p.140.
[59] Para conocer las características del pensamiento conservador, anglosajón se puede revisar de Jerry Z. Muller, Conservatism, an Anthology of Social and Political Thought from David Hume to the present, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997; Russell Kirk, The Conservative Mind from Burke to Elliot, Washington, Regenery Gateway, 1986; George H. Nash, The Conservative Intellectual Movement in America since 1945, Wilmington, Delaware, Intercollegiate Studies Institute entre otros.
[60] Edmund Burke, “Reflections on the Revolution in France” en: Select Works of Edmund Burke, Vol 2, Indianapolis, Liberty Fund, 1999.
[61] David Hume, An Enquiry Concerning the Principles of Morals, Indianapolis, 1983.
[62] Michael Oakeshott, Rationalism and Politics, New York, Basic Books, 1962.
[63] Roger Scruton, The Meaning of Conservatism, London, Macmillan, 1984.
[64] Neoconservatism: The Autobiography of an Idea, New York, Free Press, 1995; Reflections of a Neoconservative, New York, Basic Books, 1983; Two Cheers for Capitalism, New York, Basic Books, 19878; On the Democratic Idea of Capitalism, New York, Harper & Row, 1972.
[65] Shadia S. Drury, Leo Strauss and the American Right,...p.140.
[66] Ver Max Weber, La Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Madrid, Sarpe, 1984 y Werner Sombart, El Burgués, Madrid, Alianza, 1986.
[67] Una suerte de defensa de la libertad negativa, ver Isaiah Berlin, “Two Concepts of Liberty” en Four Essays on Liberty, Oxford, Oxford University Press, 1969.
[68] Shadia S. Drury, Leo Strauss and the American Right, ...p.144. Por esta relación con el marxismo y trotskysmo, a menudo se hace referencia al neoconservadurismo como “Trotskysmo de Derecha” .
[69] Citado por Shadia S. Drury, Ibid,
[70] Ibid, p. 145.
[71] Irving Kristol, Neoconservatism,…p.140.
[72] Shadia Drury, Leo Strauss and the American Right,...p.146.
[73] Ibid.
[74] Cfr. Walter Berns, Making Patriots, Chicago, Chicago University Press, 2,001.
[75] Shadia Drury, Leo Strauss and the American Regime,...p150.
[76] Irving Kristol, Reflections of a Neoconservative,...p.xiii. Citado por Shadia Drury, Ibid,…p.151.
[77] Shadia Drury por ejemplo. Ver también, Carl Schmitt, El Concepto de lo Político.
[78] Cosa que podría ir en contra del propio fundamento del Estado Norteamericano que se estableció en base a la separación entre lo público y lo privado sin que esto signifique una falta de conexión entre los dos espacios. Inclusive en una lectura moderna como la de John Rawls, se puede ver algo de este réimen. Cfr.Liberalismo Político, México, FCE, 1995.
[79] Leo Strauss, Thoughts on Machiavelli,....p.13.
[80] Ibid.
[81] Leo Strauss, “The Tree Waves of Modernity”
[82] De hecho, todo lo que se llamaría educación liberal, entraría dentro de esta idea de moldear y formar el carácter de los ciudadanos, de enseñarles a ser virtuosos y esto podría también ser una nota distintiva del pensamiento liberal. Cfr Peter Berkowitz Virtue and the Making of Modern Liberalism, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 2000.
[83] Con lo cual impera la libertad absoluta, amen de que no existirían propiamente filósofos
[84] No confundir con Teología Política que es diferente y podría ser otra manera de hablar de filosofía política, ver nuestro artículo, “¿Teología Política o Filosofía Política?: la amistosa conversación entre Carl Schmitt y Leo Strauss”, Ibid.
[85] Como ocurre con aquellos como Sadam Hussein, Ben Laden, entre otros. Nuevamente, una simplificación del pensamiento, en este caso de Carl Schmitt.
Introducción
Seguramente si no hubiese sido por la masiva explosión mediática a partir de los artículos del New York Times o Le Monde [1], nadie, ni siquiera muchos académicos ligados al mundo de la filosofía política fuera del contexto académico de Norteamérica, habrían escuchado mencionar jamás el nombre de Leo Strauss.
Hoy la opinión pública “culta” supuestamente enterada en asuntos políticos reconoce a Leo Strauss (1899 – 1973) como la eminencia gris de la derecha norteamericana. El erudito profesor de Chicago y especializado en los “grandes autores” [2] y en los “grandes libros” que había logrado gracias a sus lecciones y publicaciones constituir toda una pléyade de académicos, periodistas y políticos leales a él y sobre todo a su pensamiento “esotérico” y elitista, consiguiendo que sus “graduados” y los “graduados” de sus “graduados” ocupasen posiciones claves y estratégicas en el gobierno del Presidente Bush y, peor aun sean, considerados como los artífices de la política exterior del gran país del Norte. En síntesis Strauss es ya sinónimo de “Neocon”, es el Rey Filósofo [3] cuyos discípulos hoy por hoy gobiernan el mayor Imperio en la historia de la humanidad.[4]
Sin embargo, es preciso señalar que esta historia no es tan reciente. Ya en 1997 , una profesora canadiense Shadia B. Drury, procedente de la izquierda liberal, publicó un texto [5] en el que se las ingeniaba para colocar en un mismo costal al conservadurismo cristiano, al republicanismo y por supuesto a Leo Strauss, destacando también que ya los fieles seguidores de Strauss empezaban a copar los puestos más importantes en la administración Reagan a inicios de los años ochenta incluyendo nombres como el del miembro de la Corte Suprema Clarence Thomas, el vocero en la cámara de representantes del partido republicano Newt Gringrich, o asesores muy cercanos a Reagan como William Bennet [6], William Kristol [7] y el ahora archifamoso Paul Wolfowitz [8] Para concluir la saga, una figura pintoresca - aunque es verdad que hace tiempo se le vincula a la Central de Inteligencia Norteamericana – empezó a propalar la imagen de un Leo Strauss “fascista” y “satánico”, una especia de padrino de una mafia que convirtió el 11 de Septiembre en una reactualización del incendio del Reichstag permitiendo establecer así una dictadura nazi – judía (sic) afincada en Washington[9].
Ciertamente, todo este barullo puede generar una enorme confusión respecto a la naturaleza y significado de la obra de Strauss por lo que urgen las aclaraciones. Es evidente que mucho de lo que se ha escrito respecto a su pensamiento puede tener algo de veracidad, pero una cosa es el discurso periodístico de divulgación y otro el académico que deja la simplificación para abordar las cosas en su complejidad, y sin dudas que Leo Strauss es un autor complejo como pueden serlo también todos los “grandes autores” que él trato de desentrañar durante toda su vida como profesor. En este sentido, este trabajo pretende en principio deslindar algunas falsas atribuciones y conexiones que asocian a Strauss con el llamado neoconservadurismo norteamericano [10], así como también profundizar en el análisis de algunas ideas correctamente presentadas pero que sin este estudio más exhaustivo podrían ser mal interpretadas e incomprendidas.
Empezaremos entonces con una presentación sucinta del discurso de Strauss, escribiremos después a propósito de las características del neoconservadurismo y finalizaremos demostrando que de real tiene el aserto que liga a Strauss con este pensamiento. Al concentrarnos en el discurso de Strauss, elegiremos por cierto, aquellas ideas que más fácilmente prenderían en el ámbito ideológico y de la propia acción política. La razón de esto se encuentra en que es preciso explicar porque es que podría haber un interés de parte del neoconservadurismo de explotar las tesis straussianas y porque también de la asociación involuntaria de Strauss con los socios y asesores de Bush.. Esta situación además mostraría un dilema inevitable y crucial, que hasta la fecha no encuentra una solución atractiva [11], la tensión entre el filósofo y el político que es finalmente el marco real en el que se desarrolla este debate entre Strauss y el Neoconservadurismo.
Si el filósofo político como lo afirma Strauss debe buscar el mejor régimen político y tratar además de transformar las opiniones políticas en conocimiento político [12], esto evidentemente solo podría efectuarse en el plano político y a través de una acción política, es decir, que se requería del poder político para cumplir con el telos de la filosofía política. Pero, ¿qué pasa cuando las ideas y los hombres descienden de las cumbres de la razón a los límites de la ciudad?, ¿perderían éstas y éstos su esencia?, ¿acaso - como el mismo Strauss afirmaba – no era verdad que la filosofía era al conocimiento como la política a la opinión? [13] . Parece pues, aquí inevitable la desnaturalización de las ideas a menos que quien haya generado o mejor dicho descubierto las ideas sea también el que las lleve a cabo en el plano empírico suponiendo que por su conocimiento y virtud actuaría con corrección.
En este caso estaríamos pensando en una fusión o integración entre el filósofo y el político, el pensamiento y la acción unidos, ora a través de un fundador o dador de leyes para la ciudad, un profeta, ora a través de la acción de un grupo de filósofos – políticos, una minoría selecta que podría verse ahora caricaturizada como las “élites neoconservadoras o los “elegidos” de Washington. Sin embargo, esto podría ser en el fondo una quimera o fruto del azar por lo que lo mejor sería simplemente manejar la relación entre los contrarios, - filosofía y política – de la manera más armónica tratando de que los políticos posean cada vez más conocimiento sin que dejen de ser políticos y los filósofos que puedan tener más contacto con el plano político sin que abandonen el mundo de la filosofía. Lamentablemente, esto es lo menos cercano a la realidad que más bien nos muestra una desfiguración de roles y una fusión peligrosa.
Precisamente, es esta conclusión la que ha contribuido a decantar toda esta confusión, que hace de Leo Strauss el “guru” del conservadurismo. Tanto los críticos de Strauss como del neoconservadurismo han partido de esta interpretación, es decir, que la fusión entre las dos vías, la del filósofo y la del político es un hecho ya no deseable sino posible y muy real, por ello, Leo Strauss (filósofo) sería no sólo el filósofo del neoconservadurismo sino un neoconservador en si mismo, mientras que ellos, los políticos como Paul Wolfowitz o “académicos” como Francis Fukuyama por ejemplo, serían a su vez filósofos straussianos. Aquí esta finalmente la raíz de los problemas y las confusiones.
Nuestra tesis se centrará entonces en demostrar que no es posible la integración entre el filósofo y el político y que al plantearse la fusión, se tergiversa todo y se concluye por afirmar equivocadamente que Strauss es el cerebro del neoconservadurismo contemporáneo. Es más, la tesis de Strauss en este sentido, es la del equilibrio y colaboración entre las dos vías, jamás la de la absorción, sin que uno avasalle al otro tal y como se daría en una sociedad de hombres libres y no como ocurre en nuestros tiempos modernos caracterizados más bien por la ausencia de equilibrio [14] y por el monopolio de uno u otro.
Leo Strauss, los Straussianos y el sentido de la Filosofía Política
Leo Strauss, emigró en 1938 a los Estados Unidos como muchos judíos alemanes que tenían problemas durante la Alemania Nacional Socialista, enseñó es diversos centros académicos de Norteamérica siendo el más importante la Universidad de Chicago donde dio clases sobre Platón, Aristóteles, Alfarabi, Maquiavelo, Hobbes, Locke entre otros. En el tiempo que se dedicó a la enseñanza asesoró más de cien tesis de doctorado, formando e influyendo a una serie de académicos e intelectuales (conocidos como straussianos) de tendencias conservadoras y liberales como Harry V. Jaffa [15], Allan Bloom [16], Martín Diamond [17], Harvey Mansfield [18], Wilmoore Kendall [19], George Anastaplo [20], Thomas Pangle [21], entre muchos otros.[22]
Para muchos puede resultar inexplicable como ha sido posible que un especialista en filosofía clásica, inmigrante además, hubiese podido generar tal influencia en un medio académico como el de Norteamérica, y como es que en estos momentos su pensamiento se advierta en distintos departamentos de política, constituyendo su nombre en sinónimo de la disciplina de filosofía política, así como el marxismo lo fue de la sociología en su oportunidad o el libertarismo de la economía como acontece hoy [23].
Probablemente esto se deba a la variedad y originalidad de la temática que trabajó. Así pues, entre los aportes al campo de la filosofía política y que encontraríamos particularmente relevantes para explicar esta conexión entre Strauss y los neocons, podrían citarse, su vínculo estrecho con la búsqueda de la VERDAD y las consecuencias que su sola referencia en el ámbito público pueda generar; el reconocimiento del contenido esotérico de los grandes textos que solamente pueden ser entendidos por unos “elegidos”, los filósofos; su interés por recuperar la “seriedad de la vida” a través de la religión; su atención por el tema de los regímenes políticos y la posibilidad de efectuar juicios de valor entorno a ellos, y por último, su lectura referente a la naturaleza del conflicto y su nexo con la política. Estos cinco puntos, ampliamente desarrollados y analizados en todos sus textos constituirán temas esenciales de la filosofía straussiana, pero a su vez se convertirán también en los elementos que permiten a sus antagonistas mezclarlo en las andanzas del neoconservadurismo.
Evaluando el primer punto, esto es, el del sentido de la filosofía y la búsqueda de la verdad, Strauss conviene desde un principio en identificar a la modernidad como la responsable de desnaturalizar el sentido de la verdad a través de los planteamientos del positivismo, el historicismo y el nihilismo [24]. En el plano político por su parte, la verdad se convertía en conocimiento político, y la filosofía política era sencillamente la búsqueda de tal conocimiento político [25].
Por ello, lo primero que se destacaba del pensamiento straussiano era su defensa firme de la filosofía política objeto de un gran descrédito durante la modernidad y que había sido literalmente destrozada y fragmentada bajo los nombres de economía, sociología y psicología social [26] , todo gracias al concurso inicial del positivismo:
“La exclusión de la filosofía política como doctrina acientífica es característica del positivismo de hoy. El positivismo no es ya lo que pretendía ser cuando Augusto Comte lo fundó . Aún conserva el recuerdo de Comte, no obstante, al considerar que la ciencia moderna es la expresión más elevada del conocimiento, porque no busca como la teología y la metafísica lo hicieron en otro tiempo, el conocimiento absoluto del porque, sino sólo el conocimiento relativo del cómo. Pero después de ser remodelado por el utilitarismo, el evolucionismo y el neo – kantismo, el positivismo ha abandonado enteramente la esperanza de Comte de que una ciencia social al estilo de las modernas ciencias naturales pudiera superar la anarquía intelectual de la sociedad moderna. Hacia la última década del siglo XIX la ciencia social positiva alcanzó su desarrollo final al darse cuenta de que existe una separación radical entre los hechos y los valores, y sólo los juicios sobre los hechos entran dentro del campo de la ciencias”. [27]
En realidad con esto no solo quedaba descartado supuestamente el carácter científico de la filosofía política sino se dejaba en claro que la ciencia política tendría que ser neutral e indiferente respecto al problema del bien y del mal, vale decir, respecto a la moral [28] .
Ciertamente, esta historia comenzaría durante la época de Maquiavelo, el verdadero fundador de la filosofía política moderna al considerar que era equivocado pensar en cualquier planteamiento político utópico y que más bien había que reducir la política a lo posible aun cuando esto fuese contrario al intento de alcanzar una vida virtuosa[29]. Así pues, quedaba claro que el hombre no tenía una tendencia hacia la virtud, y por ello, el bien de la sociedad, el bien común, no podía definirse por ella, sino más bien la virtud se establecía en base al bien común, esto es, a la elección de la voluntad colectiva [30]. Tal afirmación, definía precisamente el carácter positivista del mundo moderno que descansaba entonces en la afirmación absoluta de la voluntad humana. Esto último, explicaría el desplazamiento de la naturaleza que había sido el actor central del mundo político antiguo y de la filosofía clásica y su reemplazo por la voluntad individual.
El cambio aconteció como señala Strauss paulatinamente dentro de lo que denominó la crisis de la modernidad y la crisis de la filosofía política moderna. [31] Tanto Maquiavelo como Hobbes habían despreciado el status que poseía la naturaleza en el mundo antiguo y la convirtieron en un objeto de manipulación “el hombre como amo de todas las cosas” podría ser el nuevo referente para esta etapa[32] con ello se dejaba sin fundamentos a la filosofía política pues la naturaleza proveía de las causas finales que le daban sentido a la vida social. Más tarde, Rousseau y Hegel añadirían más elementos contra la filosofía política y a favor de la voluntad humana.
Si ya Maquiavelo y Hobbes habían convertido a la política en un problema de índole técnico [33], Rousseau va más lejos pues deja en manos de la historia el devenir de la humanidad siendo al final la historia producto de las voluntades humanas quienes son también las que crean las leyes a través de la razón [34]. Finalmente, la última manifestación de la modernidad estaría en manos de Nietzsche y Heidegger, quienes negarían la posibilidad de que la historia tuviese una racionalidad y un fin último al tiempo de hacer problemática la sensibilidad histórica que se convertía en angustiante para el hombre, de allí la necesidad por trascender: o super hombre o último hombre. Esta tercera etapa abría la era más hostil para el hombre y la vida política, el nihilismo. [35]
En relación a la verdad, estas tres olas de la modernidad acabarían con el sentido que la filosofía clásica le había otorgado. El positivismo implicó el fin de la búsqueda de la verdad pues afirmó su posesión definitiva (verdad positivista obviamente). El historicismo, siguiendo la línea anterior también dio por resuelta la búsqueda, pero relativizó el resultado y consideró la presencia de una pluralidad de verdades, (¿si todas son verdades entonces como las distinguimos?) por último, el nihilismo se deshizo del problema matando la verdad y generando entonces un gran vacío.
Strauss, prosiguiendo con las líneas clásicas de pensamiento, consideraba que había un conocimiento político que era necesario encontrar y que comenzaba precisamente por el conocimiento de lo que es el hombre y la ciudad, base a su vez de la filosofía política [36] . Aproximándose al alma y a la sociedad se podría tener más claridad respecto al sentido de la política. Empero, la sola mención de la existencia de un conocimiento político en medio de un mundo regido por la libertad absoluta y la negación del conocimiento, hacía de la filosofía una actividad riesgosa como bien se vio en el caso de Sócrates [37].
El peligro de la filosofía se encontraba en realidad en el hecho de que la sociedad se alimentaba en base a las opiniones, creencias y mitos, pero la filosofía al proponer el conocimiento podía colocar en zozobra los fundamentos en los que descansaba la ciudad [38]. En este sentido, la filosofía tenía que buscar la manera de llegar a la ciudad [39] sin alterar el orden de la misma. Una manera inteligente de hacer esto fue a través de una distinción entre lo que sería una doctrina esotérica que sería la verdadera y otra exotérica que sería la socialmente útil [40]. Así nacía entonces tesis straussiana de que los grandes autores de la antigüedad utilizaban este arte de la escritura aunque esto fue quebrado a partir de Maquiavelo pues ya el florentino había descartado la separación entre conocimiento y opinión al integrar el conocimiento al plano de la opinión con lo cual dejaba de tener sentido la filosofía política y el arte de escribir entre líneas.
En este aspecto también jugaba un rol protagónico el tema de la religión o de la fe. Reconociendo en principio que nuestra tradición occidental se había levantado en base al mutuo reconocimiento y colaboración entre Atenas y Jerusalén [41]. Si bien, Strauss parece inclinarse por Atenas antes que por Jerusalén [42], el aporte de la revelación se aprecia en todo lo que significa la sabiduría que emana de la Biblia y que permite también afirmar una serie de reglas morales relevantes [43], existiendo además otras convergencias importantes como era el rol destacado que tenían las familias dentro de la tradición griega y hebrea, así como el respeto por la ley que ambas realidades contemplaban [44] Recuperar la “seriedad de la vida” [45] era finalmente el puente que integraba Atenas con Jerusalén . En principio, el florecimiento de la cultura occidental, - afirmaba Strauss – se había gestado a través de la tensión entre la razón y la fe, por lo que podía interpretarse que la crisis de Occidente se debía finalmente a que la tensión había desaparecido por la rápida desaparición de la fe a manos de la ilustración y su idea de progreso [46].
La hostilidad hacia la religión por parte de la ilustración, vista ésta como mera superstición o error, mostraba en realidad la ignorancia a la que se había llegado en ese momento, pues nadie en el mundo antiguo, podía haber dudado de que la religión fuese un elemento vital para generar un orden social [47]. En este sentido, quedaba claro que la religión era tan necesaria para vivir en paz como la filosofía lo era para alcanzar la justicia y que ambas dependían mutuamente. [48]La ley aseguraría entonces la estabilidad para que pueda darse la búsqueda del conocimiento [49] y de esta manera se tendrían también mejores hombres y mejores ciudadanos.
Otro de los temas centrales dentro del discurso straussiano se encontraba en su referencia a los regímenes políticos. Ciertamente, mientras el concepto de naturaleza seguía vivo, éste ayudó mucho para comprender el sentido de la política. Si la naturaleza estaba constituida por miles de objetos de distintas formas y contenidos, entonces la política también debía mostrar estas mismas características, en la medida que la polis pertenecía al mundo de la naturaleza. En este sentido, es que surgía el del análisis del régimen político y la consecuente búsqueda del mejor régimen:
“ El régimen es el orden, la forma que da a una sociedad su carácter. Es, por lo tanto, un modo específico de vida. El régimen es la forma de vida como convivencia, el modo de vida de la sociedad y en la sociedad (...). Hay varias clases de regímenes. Cada uno demanda implícita o explícitamente, algo que va más allá de los límites de cualquiera sociedades que hoy existen. Estas demandas entran en conflicto unas con otras. Hay multitud de regímenes conflictivos. Así, pues, son los mismos, y no un simple ánimo discursivo, lo que nos obligan a preguntarnos cuál de los regímenes concretos en conflicto es mejor y, en último término, cuál es el sistema perfecto. Esta es la pregunta que marca la pauta a toda la filosofía política clásica.”[50]
Pero, así como existe la forma de la ciudad, el contenido o sustancia, representa la población que se encuentra en la ciudad, es decir, la patria o nación. Forma y sustancia interactúan , aun cuando, para el mundo clásico la forma era superior en dignidad a la materia. Un buen régimen político tendría que coincidir entonces con la naturaleza humana y contribuir a la formación de su carácter [51]. Sin embargo, quedaba patente para Strauss, que la posibilidad de que se manifestara el régimen óptimo, es decir, aquél en el que coincidieran la forma perfecta con la sustancia perfecta era prácticamente imposible pues estaba supeditado a un elemento ajeno a la voluntad de los hombres: el azar: “El logro del régimen óptimo depende de la reunión o coincidencia de elementos que por su propia naturaleza tenderían a marchar por caminos distintos (por ejemplo: la coincidencia en una misma persona de la filosofía y del poder político); esta conquista depende, por tanto, de la suerte.” [52]
Con esta afirmación, la filosofía política straussiana se ubicaba muy lejos del plano científico y sobre todo de su carácter dogmático y además permitía liberar al análisis político de las generalizaciones propias de la ciencia que había sido la característica del estudio de la política durante la modernidad [53].
Adhiriéndose a la tesis del mundo como pluriverso, - universo plural si cabe el término – podía entenderse que las tensiones entre los Estados o las ciudades fuese algo natural. Así como existía el orden, también aparecía el desorden por lo que la guerra no era un fenómeno contrario a la naturaleza [54]. De hecho, Tucídides ya se había encargado de mostrarnos lo que significaba ver a la ciudad en movimiento, mientras que Platón nos la había mostrado en reposo [55] y la idea de movimiento evidentemente significaba guerra [56] y si bien es cierto que la mayoría de las veces la ciudad se encontraba en paz [57], no podía dejarse de lado la presencia de la guerra civil y de la guerra externa.
De alguna manera, podía pensarse que la lectura realista de Tucídides era el complemento necesario de la filosofía política. Por ejemplo, la abstracción de “La República” platónica, podía ser superada por la precisión de la descripción de la guerra y la identificación de los involucrados que encontrábamos en la Historia de la Guerra del Peloponeso [58] con lo cual podíamos también contar con la presencia del plano empírico e histórico. Así pues, la filosofía straussiana tomaba también en consideración el plano de la guerra como un componente más del mundo político.
Neoconservadurismo en Norteamérica
Sin duda, que el pensamiento conservador como ideología moderna, se plasmó a través de la tradición ilustrada escocesa e inglesa [59], siendo sus exponentes mas conocidos Edmund Burke[60] y David Hume,[61] y más contemporáneamente Michael Oakeshott [62] y Roger Scruton [63].
La evocación del orden, la unidad, el pasado como unidad, la moderación, el sentido común, la jerarquía, los valores, las costumbres, la religión y las instituciones entre otras, han sido algunas de sus características mas conocidas y perdurables. Asimismo, su tenaz oposición a la ilustración francesa y el racionalismo con el que prácticamente se definió la modernidad, fue también una constante dentro del pensamiento conservador.
Sin embargo, Irving Kristol [64] – uno de los líderes más representativos del neoconservadurismo hoy - marcó desde un principio diferencias entre el conservadurismo y el llamado neoconservadurismo. Así, la usual evocación de un pasado ordenado y aristocrático (como se daba en el sur de los Estados Unidos por ejemplo) era superado por su aprecio a la sociedad burguesa y progresista y sin mediar ninguna sensación de nostalgia por el pasado [65] .
Precisamente, la admiración por la sociedad burguesa y por la sociedad comercial era algo que definía al neoconservadurismo, y, si bien era verdad, que esta sociedad comercial se había logrado gracias a la presencia de una ética religiosa [66] (puritana) también era visible cierto decaimiento en el que la especulación desplazaba al espíritu de empresa. Aquí, sin embargo, se producía cierta contradicción, pues Kristol y sus amigos se sentían muy cómodos con la presencia de las grandes corporaciones comerciales cuyo crecimiento no siempre se debía al espíritu de empresa sino también a la especulación y las malas artes.
Así pues, mientras ellos podían reivindicar un retorno de la moral y la virtud que se podía relacionar con la recuperación del espíritu religioso, también invocaban al mismo tiempo la defensa de la una sociedad abierta y sin trabas, que permitiesen el crecimiento ilimitado de la riqueza y la opulencia [67]. Moderación y exceso parecían pues dos conceptos inviables a pesar de lo que pudieran pensar los neocons.
En este sentido, la contradicción podía quizá explicarse por esa extraña cercanía inicial de los neocons con el Trotskysmo y el Marxismo [68], que se caracterizaba a su vez por su lectura de la realidad y de la historia basada en la contradicción y la lucha. De hecho, el tema del poder siempre fue relevante dentro de estas tradiciones como lo es también dentro del discurso neoconservador.
Según Kristol, el neoconservadurismo percibe el mundo en términos de una oposición entre lo que sería “ortodoxia” y la “contracultura”: “la ortodoxia es práctica y prosaica, antes que poética y romántica. La ortodoxia no es fantasiosa, sino real, posible, completa y buena. Su representante clásico es el judaísmo rabínico en vez del judaísmo profético. La religión, la ley y la familia son los tres pilares de la ortodoxia” [69]
La ortodoxia entonces reconoce que la religión y la ley pueden moderar la naturaleza pecaminosa del hombre así como también brindar una justificación y explicación respecto a los males que existen en el mundo. Por su parte, todas aquellas prácticas como la homosexualidad, la prostitución, el aborto etc, podrían colocar en riesgo a las familias – que son las bases de la ortodoxia - lo cual explicaría su rechazo [70].
La contracultura por su parte, es extravagante e idealista y al no estar capacitada para soportar las cargas y pesos de la existencia humana, moviliza el descontento natural a través de la evasión. El Cristianismo, habría contribuido así a decantar esta tendencia [71].
La liberación total entonces será el camino a seguir desde la contracultura, implicando esto liberación sexual, liberación femenina, de gays, y el aniquilamiento de todo aquello que mantiene la ortodoxia, esto es, la ley y la religión. Asimismo, la expansión de la libertad y la superación de los frenos generará un pluralismo disolvente y una anarquía moral [72]. Desde esta perspectiva se puede apreciar claramente que la política se sustenta entonces en esta oposición y que la fuerza de la contracultura solo puede concluir con la afirmación del nihilismo, la muerte de todos los valores , la intolerancia y paradójicamente el fin de la sociedad liberal [73].
Un punto también importante dentro del pensamiento neoconservador se encontraba en su defensa del nacionalismo que inclusive trascendía el patriotismo usualmente asociado a la tradición constitucional republicana [74].
El nacionalismo, era en realidad un incentivo importante para forzar a los hombres a la defensa de la comunidad habida cuenta sus tendencias egoístas y a que no habrían justificaciones de carácter racional para explicar la obediencia política, de allí la importancia de recurrir a un concepto como el del nacionalismo [75].
El nacionalismo, a diferencia del patriotismo no se centraba en el pasado sino más bien en el futuro y en la grandeza del mañana. Esta referencia podía servir también para entender mejor la notable influencia del neoconservadurismo en la política exterior Nortemericana de la actualidad:
“....los neoconservadores creen...que las metas de la política exterior norteamericana deben ir mucho más allá de la definición de “seguridad nacional” . Es el interés nacional de un poder mundial, entendido como un destino nacional...no una miope seguridad nacional” [76]
Justamente, revistas como The National Interest o Commentary, reunían artículos a propósito de esta concepción, que dejaban traslucir cierto sesgo expansionista y agresivo y que culminarían con el diseño de una política exterior amenazadora y beligerante con respecto a quienes se oponían a los valores Nortemericanos , (en este caso a los valores de los neoconservadores).
Sobre este aspecto, se intentaba reducir el neoconservadurismo a un pensamiento puramente schmittiano [77], en el que todo se definía en función a la distinción entre amigo y enemigo u ortodoxia y contracultura. Empero, la conexión no era del todo feliz pues, mientras Schmitt, consideraba siempre que la oposición tenía solamente carácter público mas no privado (vale decir, solo enemigo público y no privado), parecía advertirse que los neocons no estaban dispuestos a mantener tal distinción e integraban al enemigo también dentro del espacio privado[78] lo cual los acercaba más hacia un discurso teológico antes que filosófico. Estas son entonces algunas de sus características.
Strauss y los Neocons
Dijimos al inicio de este texto que Strauss no podía ser considerado dentro del pensamiento neoconservador no solo por que él fue un filósofo, y el discurso neoconservador estaba más cerca de la política que de la filosofía sino porque Strauss pretendía la coexistencia entre filosofía y política, en tanto los neoconservadores absorbían la filosofía en la política. Nuestro argumento, descansó entonces, en la naturaleza de la filosofía straussiana, basada en la tensión entre la filosofía y la política, mas no en la fusión. En este sentido, quienes afirmaban el carácter neoconservador de Strauss como la misma Shadia S. Drury estaban completamente equivocados pues no alcanzaban a comprender que no era posible esta integración.
En realidad, el pensamiento neoconservador tendría al final, más líneas en común con Maquiavelo y los modernos antes que con Strauss y los antiguos. Es más, los neoconservadores estaban ellos mismos desnaturalizando el propio régimen norteamericano fundado como señala Strauss y la mayoría de Straussianos, bajo presupuestos premodernos.
Recordando la conocida introducción a Thoughts on Maquiavelli, Strauss, establecía nítidamente las distancias entre Maquiavelo y el régimen político americano: “Los Estados Unidos puede decirse que ha sido el único país en el mundo que se fundó en estricta oposición a los principios de Maquiavelo. De acuerdo a Maquiavelo el fundador de la más célebre ciudad de la antigüedad fue un fraticida; la fundación de la grandeza política descansa necesariamente en el crimen” [79]
Y añadía además que cualquier tiranía moderna tenía sus raíces en Maquiavelo, [80] donde, siguiendo la tradición renacentista, lo útil podría ser justo. En este sentido, Maquiavelo, era el ejemplo del político moderno, aquél que no aspiraba ya a buscar el mejor régimen político sino a afirmar “aquí y ahora” aquél que desde su lectura parcial consideraba el mejor y el único régimen político.
Los neoconservadores podían articular entonces un discurso que calzaría mucho mejor con la “primera ola de la modernidad” [81], un discurso en realidad de poder, que acabaría con la verdad y que más bien impondría su verdad, pretendiendo haber superado el dilema entre el pensamiento y la acción. Así pues, los neoconservadores tomaban a la política como fin en si mismo y no como un medio que podría ser el caso de Strauss y los straussianos.
Es correcto, que para hacer filosofía política, se requería de un orden y de libertad plena. A primera vista, los dos conceptos lucían opuestos, pero no sería necesariamente el caso si es que se mantenían dentro de espacios delimitados. Es decir, un espacio abierto donde vivía la filosofía y un espacio cerrado por la ley (sea de carácter religioso o moral) donde operaría la política. Empero, no para afirmarse con esto una tiranía o una jerarquía en donde los pocos (aquellos filósofos por ejemplo, que comprenden los grandes textos) sometiesen al resto, a los muchos, ignorantes e incapaces de vivir en libertad, sino para enseñarles a ellos mismos a ser hombre libres y a que cambiasen sus opiniones políticas por conocimiento político [82].
Precisamente los escenarios más peligrosos para el conocimiento y la libertad han sido aquellos en los que no se encontraba el balance entre la filosofía y la ley, bien por ausencia de ley como en aquellos regímenes sustentados por la sola filosofía [83], como serían los regímenes herederos de la revolución francesa y el liberalismo del siglo XX (República de Weimar por ejemplo), bien por falta de filosofía y por el monopolio de la ley (La República de los Kristol, Runsfeld y compañía por ejemplo)
En el pensamiento neoconservador, no se advertía ningún proyecto convergente con la propuesta straussiana, sino más bien la afirmación – paradójicamente - de un régimen cerrado, sin libertad y pluralismo, pues ambos solo tendrían sentido cuando hubiese algo que buscar, o existiera una naturaleza por descubrir, cosa que no era el caso. De allí entonces, que se viera más bien este discurso neoconservador como una suerte de teología secularizada y muy radical. Teología secularizada [84] que hacía también del progreso material y las finanzas un dogma y que marcaba además las distinciones entre amigo y enemigo, colocando al enemigo fuera de este mundo, deshumanizándolo [85].
Strauss y los straussianos representan finalmente un pensamiento bastante alejado del neoconservadurismo y la política contingente que el solo hecho de usar su nombre para la defensa de un proyecto tan opuesto al conocimiento política es simplemente no tomar en serio la obra de este notable pensador del siglo XX y desmerecer sus aportes en el terreno de la verdad y la búsqueda de libertad.
· Doctor en Filosofía
[1] Ver de James Atlas, “ Leo – Cons: A Classicist´s Legacy: New Empire Builders”, en The New York Times, Mayo 4 , 2003; Alain Fronchon & Daniel Vernet, “Le Stratege et le Philosophie”, en Le Monde, Abril 15, 2,003.
[2] Entre sus libros más importantes podemos citar, The Political Philosophy of Hobbes: Its basis and its genesis, Chicago, Chicago University Press, 1952; Persecution and the Art of Writing, Glencoe, Ill, Free Press, 1952 (hay edición en español); Natural Right and History, Chicago, Chicago University Press, 1953; Thoughts on Machiavelli, Chicago, Chicago University Press, 1958, (hay traducción española en Madrid, Instituto de Estudios,Políticos, 1964); What is Political Philosophy? and other studies, Glencoe,Ill, Free Press, 1959 (hay edición española en Madrid, Guadarrama, 1970); On Tyranny, Glencoe, Ill, 1963; The City and Man, Chicago, Rand NcNally, 1964; Spinoza´s critique of religion , New York, Schocken Books, 1965.
[3] Esto por su cercanía con el pensamiento de Platón
[4] Zbigniew Brzezinski, El Gran Tablero, la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Barcelona, Paidós, 1998.También Robert Kagan, Of Paradise and Power, America and Europe in the new world order, New York, Alfred Knopf, 2,003.
[5] El libro en cuestión es Leo Strauss and the American Right, New York, Saint Martin´s Press, 1997, que ha sido objeto de muchos cuestionamientos por parte de straussianos y de académicos que lo consideran inexacto por no utilizar referencias directas de la obra de Strauss o citarlo fuera de contexto. También de la misma autora The political ideas of Leo Strauss, London, MacMillan, 1988.
[6] Antiguo secretario de educación
[7] También ex jefe de asesores del gabinete de la secretaría de educación y editor de una de las más importantes revistas políticas de Washington asociada obviamente al conservadurismo republicano The Weekly Standard
[8] Alumno de discípulos directos de Strauss como Allan Bloom en la Universidad de Chicago, actual subsecretario de Defensa y según se dice “artífice” de las políticas de Bush en Afganistán e Irak.
[9] El susodicho es Lyndon LaRouche Jr y el texto que es una colección de distintos artículos escritos por sus seguidores: Children of Satan, the ignoble liars behind Bush´s no – exit war, en: http://larouchein 2004.net/pdfs/pampheticos.pdf
[10] Parece que el término neoconservadurismo fue acuñado después de 1945 para referirse a una nueva camada de conservadores, de allí lo tomó Irving Kristol (padre de William Kristol) quien será en realidad el generador intelectual de la criatura y que se adoptó aceleradamente por el partido Republicano. El mismo Irving Kristol asoció sus ideas con las de importantes académicos como Daniel Bell, Norman Podhoretz, Seymour Martin Lipset, Samuel Huntington, entre otros. Más adelante precisaremos los alcances del neoconservadurismo.Ver Shadia B.Drury, Leo Strauss and the American Right...p.137.
[11] Y quizá nunca debería tenerlo siendo más bien el juego de la filosofía el de mantener el equilibrio entre los dos
[12] Leo Strauss, “¿Qué es Filosofía Política?” en: ¿Qué es Filosofía Política?..., p.18.
[13] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir”, en:¿Qué es Filosofía Política?..., p.301.
[14] Definitivamente, el equilibrio entre tendencias o fuerzas contrarias es la vía de Strauss. Este balance se verifica también por ejemplo en la relación entre Filosofía y Teología. Ver, Leo Strauss “Jerusalén y Atenas varias reflexiones preliminares”, en: Leo Strauss, Persecución y arte de escribir, y otros ensayos de filosofía política, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim, 1996.
[15] American conservatism and the American founding, Durham, N.C, Carolina Academic Press, 1984; How to think about the American revolution, Durham, N.C, Carolina Academic Press, 1978; Original intent and the framers of the Constitution, Washington D.C, Regnery Publishing, 1994, Storm Over the Constitution, Lanham, Lexington Books, 1999, entre otros.
[16] The Closing of the American Mind, New York, Simon & Schuster, 1987 (hay traducción al español); Giants and Dwarfs: essays 1960 – 1990, New York, Simon & Schuster, 1990, (también traducido al español por la editorial Gedisa), Love and Friendship, New York, Simon & Schuster, 1993, (traducido por la editorial Andrés Bello)
[17] “Ethics and Politics: the American Way” en: The Moral Foundation of the American Republic, Robert H. Horwitz ed. Charlottesville, Va. University Press of Virginia, 1986.
[18] Taming the Prince, New York, The Free Press, 1989; American Constitutional Soul, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1993.
[19] The conservative afirmation in America, Chicago Ill, Gateway Editions, 1985.
[20] The artist as Thinker: From Shakespeare to Joyce, Chicago Ill, Swallow Press, 1983; Abraham Lincoln, a constitutional biography, Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield, 1999.
[21] The Enobling of Democracy. The challenge of the Postmodern Age, Baltimore Md, The Johns Hopkins University Press, 1992; The Spirit of Modern Republicanism: the moral vision of the American Founders and the Philosophy of Locke, Chicago, Ill, Chicago, University Press, 1988.
[22] Para una detallada información sobre la vida y obra de Strauss y la influencia que éste tuvo en el mundo académico de Norteamérica, incluyendo los nombres de los profesores que se ligan a su pensamiento se puede consultar la página web, www.straussian.net/com . Por otro lado, siempre es importante revisar la especie de autobiografía intelectual que Strauss presenta en la introducción a su texto Spinoza´s Critique of Religión, New York, Schocken Books, 1965. También Robert Pippin, “The Modern World of Leo Strauss” en, Political Theory, 20:3; August 1992, pp. 448 – 472.
[23] Karl Jahn, “Leo Strauss and the Straussians” en: http://home.earthlink.net/~karljahn/Strauss.htm
[24] Ver Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?…pp.53 – 73 ; Natural Right and History,...pp. 9 – 34. “The three waves of modernity” en: An Introduction to political philosophy, ten essays by Leo Strauss, Hilail Guildin (ed) , Detroit, Wayne University Press, 1989 .pp. 81 - 97
[25] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?..., p.14.
[26] Ibíd..., p.21.
[27] Ibíd,..., p.22.
[28] Como se aprecia claramente cuando Strauss evalúa el problema de la tiranía contemporánea: “No es accidental que la ciencia política actual no haya podido captar el significado real de la tiranía. Nuestra ciencia política está obsesionada por la creencia que los “juicios de valor” son inadmisibles en una consideración científica, y llamar a un régimen tiránico claramente implica pronunciar un juicio de valor”, Leo Strauss, On Tyranny,....p.23.
[29] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?...p.54.
[30] Ibid, p. 55. Cómo lamentablemente ocurre hoy en día y que ha permitido que el gobierno por medio de las encuestas sea la forma usual de dirigir un Estado.
[31] Leo Strauss, “The three waves of modernity”...p.82.
[32] Ibíd...., p.85.
[33] Ibíd...., p.89.
[34] Ibíd,..., p.91.
[35] Ibíd,..., pp. 96 – 98.
[36] Leo Strauss, The City and Man…p.1. El conocimiento siempre es por cierto conocimiento del todo, mientras que las opiniones son más bien parciales, de allí su subordinación respecto al conocimiento.
[37] El problema de Sócrates en realidad habría sido el haber desafiado las leyes y costumbres de la ciudad (opiniones) y por eso resultaba un subversivo a los ojos de las autoridades, de allí que fuese necesario a partir de esta experiencia el tener que ocultar los conocimientos filosóficos, solo para aquellos que estén en capacidad de entenderlos. Los filósofos tendrían que escribir entonces “entre líneas”. Ver, Leo Strauss, “Persecución y arte de escribir” en: Persecución y arte de escribir
[38] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir” en: ¿Qué es Filosofía Política?...p.302. También, Persecución y arte de escribir..., pp. 76 – 77.
[39] Precisamente para transformar las opiniones políticas en conocimiento político
[40] Leo Strauss, “Sobre un modo olvidado de escribir”..., p.302.
[41] Leo Strauss, “Jerusalén y Atenas, varias reflexiones preliminares” en: Persecución y arte de escribir..., p.93.
[42] “Nosotros mismos no somos sabios, pero deseamos llegar a serlo. Somos buscadores de sabiduría, philo – sophoi. Al decir que deseamos escuchar primero y luego decantar la decisión, ya nos hemos decidido a favor de Atenas en contra de Jerusalén”. Ibíd...., p.97.
[43] Leo Strauss, “Progress or return?” En: An Introduction to Political Philosophy, ten essays by Leo Strauss…, p.274.
[44] Steven Smith, “Between Athens and Jerusalem”, The Review of Politics, Winter, 1991, vol.53. p.80.
[45] Eduardo Hernando Nieto, “¿Teología Política o Filosofía Política?: La amistosa conversación entre Carl Schmitt y Leo Strauss” en: Carl Schmitt su época y su pensamiento, Buenos Aires, EUDEBA, 200, p.190.
[46] Leo Strauss, The City and Man, pp. 1 – 12.
[47] Steven Smith, “Between Athens and Jerusalem”…, p.82.
[48] Ibid.
[49] Evidentemente lo que hemos tenido durante la modernidad ha sido o bien, un monopolio de la filosofía durante la ilustración y su gobierno de filósofos (anarquía total) o bien, un monopolio de la religión secularizada a través de los regímenes totalitarios, es decir, posiciones excluyentes.
[50] Leo Strauss, ¿Qué es Filosofía Política?..., pp. 44 – 45.
[51] De allí que la Democracia no sea vista con simpatía como el mejor régimen pues se sustentaría en la libertad y no en la virtud, y esto haría difícil la vida entre los hombres atendiendo a la falta de educación de las mayorías. Cfr. Leo Strauss, Ibíd…., pp. 47 – 48.
[52] Ibíd.,....p.45. También, “The three waves of modernity”; p...84 – 85.
[53] Gary Schmitt & Abram N. Shulsky, “Leo Strauss and the World of Intelligence (By which we do not mean nous)” en: Leo Strauss, the Straussians and the American Regime, Kenneth L. Deutsch & John A. Murley (ed), Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, 1999, p. 409. Para un análisis de la crítica straussiana a las ciencias sociales y en particular a la ciencia política, ver el excelente trabajo de Nasser Behnegar, Leo Strauss, Max Weber, and the Scientific Study of Politics, Chicago, Chicago University Press, 2003.
[54] Es más, dentro de la literatura contemporánea en teoría política y en derecho se viene recuperando esta lectura que destaca la presencia del conflicto como un componente permanente en la vida humana. Ver, Stuart Hampshire, Justice is Conflict, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 2,000.
[55]Así tras la secuela de La República, Sócrates deseaba ver a la mejor ciudad en movimiento aun cuando admitía que él no podía hacerlo. Leo Strauss, The City and Man..., p.140. Ver, Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Cátedra, 1994. También se puede ver “Tucídides”, David Bolotin, en Leo Strauss y Joseph Cropsey, Historia de la Filosofía Política, México, FCE, 1992..
[56] Recordemos que Strauss había mantenido una relación importante con Carl Schmitt, quien había definido a la política en términos de la distinción amigo – enemigo. Cfr. Carl Schmitt, El Concepto de lo Político, Madrid, Alianza, 1991, p. 56. Strauss a propósito de este texto escribió la crítica, “Anmenkungen zu Carl Schmitt, Der Begriff des Politischen” cuya versión al español se encuentra en el texto ya citado Persecución y arte de escribir, Valencia, Edicions Alfons el Magnanim, 1996.
[57] Leo Strauss, The City and Man..., p.240. Con lo cual, también se contradice la tesis neoconservadora de que la guerra es un estado constante y permanente.
[58] Ibíd....p.140.
[59] Para conocer las características del pensamiento conservador, anglosajón se puede revisar de Jerry Z. Muller, Conservatism, an Anthology of Social and Political Thought from David Hume to the present, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1997; Russell Kirk, The Conservative Mind from Burke to Elliot, Washington, Regenery Gateway, 1986; George H. Nash, The Conservative Intellectual Movement in America since 1945, Wilmington, Delaware, Intercollegiate Studies Institute entre otros.
[60] Edmund Burke, “Reflections on the Revolution in France” en: Select Works of Edmund Burke, Vol 2, Indianapolis, Liberty Fund, 1999.
[61] David Hume, An Enquiry Concerning the Principles of Morals, Indianapolis, 1983.
[62] Michael Oakeshott, Rationalism and Politics, New York, Basic Books, 1962.
[63] Roger Scruton, The Meaning of Conservatism, London, Macmillan, 1984.
[64] Neoconservatism: The Autobiography of an Idea, New York, Free Press, 1995; Reflections of a Neoconservative, New York, Basic Books, 1983; Two Cheers for Capitalism, New York, Basic Books, 19878; On the Democratic Idea of Capitalism, New York, Harper & Row, 1972.
[65] Shadia S. Drury, Leo Strauss and the American Right,...p.140.
[66] Ver Max Weber, La Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Madrid, Sarpe, 1984 y Werner Sombart, El Burgués, Madrid, Alianza, 1986.
[67] Una suerte de defensa de la libertad negativa, ver Isaiah Berlin, “Two Concepts of Liberty” en Four Essays on Liberty, Oxford, Oxford University Press, 1969.
[68] Shadia S. Drury, Leo Strauss and the American Right, ...p.144. Por esta relación con el marxismo y trotskysmo, a menudo se hace referencia al neoconservadurismo como “Trotskysmo de Derecha” .
[69] Citado por Shadia S. Drury, Ibid,
[70] Ibid, p. 145.
[71] Irving Kristol, Neoconservatism,…p.140.
[72] Shadia Drury, Leo Strauss and the American Right,...p.146.
[73] Ibid.
[74] Cfr. Walter Berns, Making Patriots, Chicago, Chicago University Press, 2,001.
[75] Shadia Drury, Leo Strauss and the American Regime,...p150.
[76] Irving Kristol, Reflections of a Neoconservative,...p.xiii. Citado por Shadia Drury, Ibid,…p.151.
[77] Shadia Drury por ejemplo. Ver también, Carl Schmitt, El Concepto de lo Político.
[78] Cosa que podría ir en contra del propio fundamento del Estado Norteamericano que se estableció en base a la separación entre lo público y lo privado sin que esto signifique una falta de conexión entre los dos espacios. Inclusive en una lectura moderna como la de John Rawls, se puede ver algo de este réimen. Cfr.Liberalismo Político, México, FCE, 1995.
[79] Leo Strauss, Thoughts on Machiavelli,....p.13.
[80] Ibid.
[81] Leo Strauss, “The Tree Waves of Modernity”
[82] De hecho, todo lo que se llamaría educación liberal, entraría dentro de esta idea de moldear y formar el carácter de los ciudadanos, de enseñarles a ser virtuosos y esto podría también ser una nota distintiva del pensamiento liberal. Cfr Peter Berkowitz Virtue and the Making of Modern Liberalism, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 2000.
[83] Con lo cual impera la libertad absoluta, amen de que no existirían propiamente filósofos
[84] No confundir con Teología Política que es diferente y podría ser otra manera de hablar de filosofía política, ver nuestro artículo, “¿Teología Política o Filosofía Política?: la amistosa conversación entre Carl Schmitt y Leo Strauss”, Ibid.
[85] Como ocurre con aquellos como Sadam Hussein, Ben Laden, entre otros. Nuevamente, una simplificación del pensamiento, en este caso de Carl Schmitt.
9 comentarios:
Una inquietud.
Usted menciono a Fukuyama (uno de mis pensadores favoritos),y lo cataloga como Straussiano, pero el mismo Fukuyama dice que Strauss nunca participo en politic (en America en la encrucijada) ni mucho menos haya sostenido aquel planteamiento, sino que eso es la interpretacion de sus discipulos, Allan Bloom entre ellos. Fukuyama manifiesta, asi lo dedusco, que el conservadurismo nos es fundadno por Strauss, sino por la "escuela de Chicago". Y que toda esa caracteristica mas que un planteamiento de Satruss es parte de la "Satanizacion" que le han hecho. No seria que seguir la posicion de Satruss de unas pequeñas " elites" es seguir esa misma satanizacion??
Hola, hasta donde se Fukuyama tuvo cierta influencia Straussiana a traves de algunos profesores particularmente Bloom, pero evidentemente eso no lo hace straussiano y si yo lo ubicaria mas en la linea conservadora, Strauss mas bien seria un liberal en el sentido antiguo, es decir alguien que practico la virtud de la liberalidad al dar tanto conocimiento a sus discipulos
saludos
eduardo
En ese punto de que "Strauss mas bien seria un liberal en el sentido antiguo" tiene razon. Fukuyama, manifiesta (basandose en el libro de Mark Lilla), que Strauss, estuvo preocupado por la critica de la modernidad de pensadores como Nietzche y Heidegger. Y que en efecto era un liberal, pero que buscaba la participacion de la ciudadania en la politica. Y que critica la esfera de lo privado, en cuanto a los liberales. Se puede decir que era como un "comunitarista", aunque no totalmente. A mi entender Strauss no era critico de la modernidad, mas bien era partidario de la modernidad.
Pero si lo tomamos como conservador, y como dice Usted "rey filosofo" (al estilo de Platon) no cree que su planteamiento es anacronico?. Y que el mundo (con todo su desarrollo tecnologico)ya no se puede regir por monarquias, o elites?. Mas aun la orientacion del mundo es irrversible?
Hola definitivamente es dificil responder a la pregunta si era o no moderno, de hecho, el admira el mundo de la filosofia politica antigua pero reconoce que no se puede (¿ni debe?) volver atras. Su interes por la antiguedad parece que parte en su afan de comprender porque del fracaso del proyecto moderno, en el sentido de que la modernidad nace en oposicion a lo antiguo entonces es necesario conocer lo antiguo para entender la modernidad. Sin embargo, parece complicado saber como se podria decir liberal en el mundo moderno si este rechaza mas bien la moderacion y uno no podria ser liberal sin la moderacion
saludos
eduardo
Hola
La frase "Sin embargo, parece complicado saber como se podria decir liberal en el mundo moderno si este rechaza mas bien la moderacion y uno no podria ser liberal sin la moderacion" Me gustaria que lo explique un poco mas. Porque en el liberalismo no se pondera tanto la moderacion, no es un punto de tematizacion.
Y lo que dice que como se podria ser liberal en el mundo moderno si este rechaza la moderacion. El liberalismo no lo rechaza mas bien critica a los que rebasan los limites de ello. Pues hacen un mal uso de la libertad. (para eso estan las leyes).
Bueno no me contesto mi pregunta en el segundo Post.
Atte.
Hola, las leyes sancionan lo que llaman daños a terceros pero mientras no se dañe a otros parece que no existiera ningun limite para la persona, y esto se afirma mas con el discurso de los derechos individuales, a eso me referia, por otro lado, lo que decia es que mientras que la modernidad tenga esta filosofia individualista el progreso tecnico y todo lo demas no creo que logre justificarla como forma de vida deseable.
saludos
eduardo
Con a primera parte, se deriba de los princpios liberales, en que cada uno es dueño sobre su propio cuerpo. Locke lo afirma, tambien Mill. Pero tambien se puede deribar en que cada individuo tiene derecho a suicidarse, porque es su cuerpo, o colocarse toda clase de extravagancias, sobre su piel. Siempre y cuando nod añe a otros. Yo afirmaria junto con Dworkin, que el liberalismo hay que complemetarlo con etica. Una etica que incluya el respeto hacia su propio cuerpo, aunque eso es parte de la autoestima y la educacion recibida.
Ojo que la etica que propone Dworkin no tiene relacion con la etica defendida por el liberalismo straussiano!
saludos
eduardo
Señor Hernando Nieto:
El circulo de Estudios Razón y diálogo,(el cual pertenesco) viene coordinando junto con la Escuela Profesional de Filosofía de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, el evento "I Coloquio de Filosofía Política" en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y para ello quisiera saber si Usted podria participar.
Me gustaria enviarle el programa del evento, pero no cuento con su correo electronico. En todo caso le dejo el mio: urielhj82@hotmail.com.
Atte.
Uriel
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