Artículos de Metapolítica
* Eduardo Hernando Nieto
La ambigüedad y el desconcierto es la nota característica de la vida contemporánea. En el campo político tal ambigüedad la podemos hallar por ejemplo en la multiplicidad semántica innumerables conceptos políticos y por ello quiero referirme a uno de los más populares, el de sociedad civil.
En teoría política ya hace algunos años (Cohen y Arato) se expuso la tesis de que la sociedad civil representa la bisagra que une y modera la sociedad política, constituida por los partidos políticos, burocracia estatal etc., y la sociedad comercial, representada a su vez por el mundo corporativo, organismo económicos internacionales, etc. En este sentido, todo aquello que no fuese ni “sociedad política” ni “sociedad comercial” sería “sociedad civil”. Evidentemente, definir un objeto de forma negativa no es precisamente útil si se trata de hablar con claridad.
En todo caso, lo que si se acentuaba era el carácter arbitrario de la sociedad política que se exponía básicamente en la acción del Estado (por ejemplo el Estado totalitario versus los indefensos polacos de Solidaridad) y también – aunque con menos contundencia - el de la sociedad comercial sustentado en el mercado. Así pues, en términos ideales la sociedad civil representaría el papel de árbitro entre estos dos poderes y por lo tanto tácitamente se mostraría como un espacio neutral y libre de contaminación, como un tribunal supremo o constitucional seguramente constituido por personas honestas, razonables, altruistas y comprometidas con el bienestar de la comunidad en especial de los más débiles.
Sin embargo, tal discurso no sería sino una visión idealista que difícilmente podría coincidir con la realidad. Lejos de reflejar moderación y razonabilidad, esta sociedad civil conformada fundamentalmente por los Organismos No Gubernamentales (ONGs) actuarán más bien como las demás sociedades, es decir, con poderes tan o más arbitrarios que los de aquellos, con el agravante de que mientras la sociedad política aparece públicamente como la representante de toda la comunidad, esta sociedad civil solo defiende intereses particulares y muchas veces efímeros que no necesariamente coincidirán con el resto de los intereses comunitarios.
Por los temas que constituyen la agenda de esta sociedad civil contemporánea se detectan también enormes contradicciones. Por ejemplo, aquellos grupos interesados en la defensa del medio ambiente y la protección de la fauna y la flora pueden perfectamente mostrarse firmes partidarios del aborto o al menos aparecer indiferentes respecto al tema. Cosa curiosa para aquellos que se auto definen como partidarios y defensores de la vida en general. Esto demuestra entonces el sustrato emotivo e ideológico de esta sociedad civil que busca acomodar sus fines a los cambiantes vaivenes de sus deseos e intereses.
Más bien podría considerarse que el boom de la sociedad civil actual es el fruto de la radicalización del individualismo con el que se inicia la época moderna, del marxismo que ahora camuflado sigue fiel a sus postulados nihilistas y anti estatistas así como también del propio desarrollo de la tecnología que tiende a diluir el espacio y el tiempo al reemplazarse la realidad por la virtualidad. Al hacer esto, la tecnología también relativiza otras dualidades como la de lo público y lo privado por ejemplo cuando la televisión publicita lo privado o cuando el desarrollo tecnológico y la “eficiencia económica” obligan a privatizar lo público.
Por esto, también se puede comprender la ambigüedad del término sociedad civil con el que juegan también muchos de los que se identifican con este universo, es decir, cuando les conviene se aproximan a lo público para así obtener por ejemplo puestos de trabajo, brindando “técnicos” para suplir las carencias de cuadros de los partidos en el gobierno, pero, como se dice en criollo cuando las papas queman se pueden dirigir rápidamente a lo privado y así evitar cualquier tipo de escrutinio y de responsabilidad. En resumen un ardid que evidencia la racionalidad instrumental que dirige su conducta.
Así pues, aquellos que aun creemos en que el Estado sigue representando todavía el “nomos” de la tierra tiene que considerar que las fuerzas que lideran a la “sociedad civil” son más bien fuerzas centrífugas y disolventes por lo que tiene sentido la reacción de aquellos que no pretenden ceder más cuotas de poder ante este enemigo público.
La ambigüedad y el desconcierto es la nota característica de la vida contemporánea. En el campo político tal ambigüedad la podemos hallar por ejemplo en la multiplicidad semántica innumerables conceptos políticos y por ello quiero referirme a uno de los más populares, el de sociedad civil.
En teoría política ya hace algunos años (Cohen y Arato) se expuso la tesis de que la sociedad civil representa la bisagra que une y modera la sociedad política, constituida por los partidos políticos, burocracia estatal etc., y la sociedad comercial, representada a su vez por el mundo corporativo, organismo económicos internacionales, etc. En este sentido, todo aquello que no fuese ni “sociedad política” ni “sociedad comercial” sería “sociedad civil”. Evidentemente, definir un objeto de forma negativa no es precisamente útil si se trata de hablar con claridad.
En todo caso, lo que si se acentuaba era el carácter arbitrario de la sociedad política que se exponía básicamente en la acción del Estado (por ejemplo el Estado totalitario versus los indefensos polacos de Solidaridad) y también – aunque con menos contundencia - el de la sociedad comercial sustentado en el mercado. Así pues, en términos ideales la sociedad civil representaría el papel de árbitro entre estos dos poderes y por lo tanto tácitamente se mostraría como un espacio neutral y libre de contaminación, como un tribunal supremo o constitucional seguramente constituido por personas honestas, razonables, altruistas y comprometidas con el bienestar de la comunidad en especial de los más débiles.
Sin embargo, tal discurso no sería sino una visión idealista que difícilmente podría coincidir con la realidad. Lejos de reflejar moderación y razonabilidad, esta sociedad civil conformada fundamentalmente por los Organismos No Gubernamentales (ONGs) actuarán más bien como las demás sociedades, es decir, con poderes tan o más arbitrarios que los de aquellos, con el agravante de que mientras la sociedad política aparece públicamente como la representante de toda la comunidad, esta sociedad civil solo defiende intereses particulares y muchas veces efímeros que no necesariamente coincidirán con el resto de los intereses comunitarios.
Por los temas que constituyen la agenda de esta sociedad civil contemporánea se detectan también enormes contradicciones. Por ejemplo, aquellos grupos interesados en la defensa del medio ambiente y la protección de la fauna y la flora pueden perfectamente mostrarse firmes partidarios del aborto o al menos aparecer indiferentes respecto al tema. Cosa curiosa para aquellos que se auto definen como partidarios y defensores de la vida en general. Esto demuestra entonces el sustrato emotivo e ideológico de esta sociedad civil que busca acomodar sus fines a los cambiantes vaivenes de sus deseos e intereses.
Más bien podría considerarse que el boom de la sociedad civil actual es el fruto de la radicalización del individualismo con el que se inicia la época moderna, del marxismo que ahora camuflado sigue fiel a sus postulados nihilistas y anti estatistas así como también del propio desarrollo de la tecnología que tiende a diluir el espacio y el tiempo al reemplazarse la realidad por la virtualidad. Al hacer esto, la tecnología también relativiza otras dualidades como la de lo público y lo privado por ejemplo cuando la televisión publicita lo privado o cuando el desarrollo tecnológico y la “eficiencia económica” obligan a privatizar lo público.
Por esto, también se puede comprender la ambigüedad del término sociedad civil con el que juegan también muchos de los que se identifican con este universo, es decir, cuando les conviene se aproximan a lo público para así obtener por ejemplo puestos de trabajo, brindando “técnicos” para suplir las carencias de cuadros de los partidos en el gobierno, pero, como se dice en criollo cuando las papas queman se pueden dirigir rápidamente a lo privado y así evitar cualquier tipo de escrutinio y de responsabilidad. En resumen un ardid que evidencia la racionalidad instrumental que dirige su conducta.
Así pues, aquellos que aun creemos en que el Estado sigue representando todavía el “nomos” de la tierra tiene que considerar que las fuerzas que lideran a la “sociedad civil” son más bien fuerzas centrífugas y disolventes por lo que tiene sentido la reacción de aquellos que no pretenden ceder más cuotas de poder ante este enemigo público.
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