miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Ciencia Política Minimalista o Ciencia Política Maximalista?


Artículos de Metapolítica

* Eduardo Hernando Nieto

Como señalaba el conocido cientista político italiano Gianfranco Pasquino, la ciencia política podía tener dos consecuencias concretas: “la primera, es aquella de obligar a todos los que se interesan en ella a pensar con más rigor, a razonar con conocimiento de los hechos, a reflexionar con método, a proponer conclusiones falsificables. La segunda consecuencia es aquella de formular criterios de valoración de la política, que si son seguidos, y las democracias tienen esa capacidad de aprendizaje, pueden llevar a la transformación y al mejoramiento de los sistemas políticos” [1].

Ciertamente, ante un concepto tan complejo como el de Ciencia Política se pueden hallar diversas definiciones, en este sentido, la primera referencia de Pasquino nos remitiría a una primera formulación de un carácter minimalista [2], en tanto que, la segunda sería más bien de un orden maximalista sustentada en la tesis que la política, esto es, la actividad pública, es parte sustantiva de la vida humana ya que como sostenía Hannah Arendt, a través de ella nos distanciábamos de nuestras necesidades particulares y contingentes y nos aproximábamos al dominio colectivo donde forjamos nuestra historia como hombres libres siguiendo las pautas ya adelantadas por el mundo griego y su concepción de Polis. [3]


Sin embargo, es obvio – al menos en nuestro medio- que la gran mayoría de los llamados “analistas políticos” que pueblan las paginas de los diarios o las pantallas de la televisión, no alcanzan ni siquiera al nivel de la primera consecuencia que menciona el profesor Pasquino, es decir, justificar con razones y método sus distintas opiniones respecto a los más variados temas políticos que puedan presentarse.

Empero, siendo las dos consecuencias relevantes, no hay duda que la segunda consecuencia parece hoy más importante que nunca ya que tras la crisis de las ideologías políticas da la impresión que no se encuentra ya un sustento significativo que pueda sostener una forma política diferente a la que nos ofrece hoy en día el “mercado político” léase la democracia liberal.


En este sentido, toma cada vez más fuerza la filosofía política y la teoría política que podrían incorporarse dentro de la fórmula de la “Ciencia Política Normativa” inclinando más el desarrollo de ésta hacia el terreno “filosófico” antes que “científico” , es decir, tomar un punto de vista política más valorativo y menos descriptivo que sería lo que correspondería a la ciencia política minimalista.

Si nos atenemos a la historia de la política veríamos que con el avance de la ciencia positiva se iba dejando la reflexión y especulación política (léase filosofía política) para reemplazarla por la ciencia política moderna (minimalista) y entonces comienza a hacerse más marcada la diferencia entre los hechos y los valores y a pensar que la tarea de la ciencia debía concentrarse exclusivamente en la descripción de los hechos políticos - ateniéndonos siempre a la moderna consideración de que los valores dependerían de los individuos y no existirían valores colectivos o una verdad colectiva - para de allí extraer como proponía Bacon generalizaciones o leyes universales explicativas.

Más bien, quienes no pensaban que la distinción entre hechos y valores (o fines) era saludable para la ciudad eran los filósofos quienes colocaban a los fines por encima de los hechos, la política entonces era un arte que se dirigía al logro de los fines de la comunidad En consecuencia, el propósito de la filosofía política como decía Leo Strauss era transformar las opiniones políticas en conocimiento político [4] lo que implicaba que la tarea o el propósito de la política en el plano de la praxis no podía ser otra que la búsqueda del mejor régimen político. (El subrayado es mío)

El buscar el mejor régimen político implicaba por cierto un análisis concienzudo de los distintos tipos de gobierno existentes (tarea emprendida dicho sea de paso por el propio Aristóteles) , comparaciones, clasificaciones y descripciones pormenorizadas de las formas de gobierno pero que tenían como objetivo no la mera comprensión de las instituciones sino que buscaban encontrar el régimen más adecuado para la realización de la esencia de la comunidad lo que significaba que cada ser humano, habitante de la comunidad tenía que desarrollar su propia naturaleza, dentro de su espacio y tiempo, y alcanzar eso que los antiguos denominaban “Buena Vida”.

La modernidad inaugurada con Bacon , pero también por Descartes, Maquiavelo, Hobbes o Hume aparece sin embargo como una ruptura drástica con la filosofía antigua y por ende con la filosofía política [5] . No existirá ya una naturaleza humana inmutable sino únicamente voluntades individuales que actúan libremente sin ningún tipo de coerción y sin ningún fin preestablecido. En estas circunstancias, la búsqueda del mejor régimen político se vuelve intranscendente e inútil pues lo que ha desaparecido en este ínterin es la distinción entre lo bueno y lo malo como conceptos objetivos y de allí se puede entender porque ese interés de la ciencia moderna por los hechos mas no por los fines (a menos que sea los fines que provengan de elecciones individuales).

Así pues, la ciencia moderna y ahora si la ciencia política buscará adentrase en la descripción de los hechos políticos [6] y para hacer esto empezará a ocuparse de distintos temas que serán entonces materia de su análisis empírico. En una primera etapa el tema del Poder será el objeto de estudio de la ciencia política - al tiempo de que por allí se mencionaba que la ciencia política era la ciencia del poder - y esto se desprendía lógicamente de la asociación inevitable entre el pensamiento moderno, la dicotomía hecho - valor y el nacimiento del individualismo que circunscribía el ámbito de la política no al DEBER SER (que se derivaba por ejemplo de la búsqueda del mejor régimen político emprendida por la filosofía política) sino al SER del mundo contingente y que era precisamente el mundo de las voluntades o poderes individuales que luchaban más bien por la supremacía (lo que Nietzsche denominaría voluntad de poderío) o por el orgullo como diría Hobbes o el reconocimiento en palabras de Hegel.

Un hecho político en este sentido, tenía que ver con las fórmulas del conflicto y de las oposiciones que podían lindar entre los conflictos indivisibles (guerra) y los conflictos divisibles (competencia). Los estudios del poder entonces se enfocaban hacia lo que significaba las conductas individuales lo cual podía derivar por ejemplo hasta en un análisis de la psicología que movía los comportamientos de los sujetos hacia la búsqueda del poder y su ejercicio[7]. Sin embargo, no sólo la ciencia política implicaba el estudio del poder sino que también había un interés creciente por concentrase en el análisis de las Instituciones creadas precisamente por ese poder moderno aunque ya perfilado por la razón humana, entre estas instituciones brillaba por luz propia el Estado y más específicamente el Estado de Derecho.

Esta segunda perspectiva planteaba entonces la reducción de la esfera política al conjunto de reglas neutrales, abstractas y generales, producidas por la razón moderna y reunidas bajo el concepto de Estado de Derecho y que procuraban sostener a toda costa la noción de Autonomía y de la libertad de la elección individual (el ejemplo típico de esta perspectiva institucional la representa John Stuart Mill). Un análisis desde esta posición pretendía entonces describir el funcionamiento del Estado, sus órganos de gobierno su estructura constituida por los estamentos representativos y los partidos políticos y estaba ligada también a una ideología específica que se llamaba liberalismo.

Ahora bien, quienes abordaban esta posición más que teóricos políticos o científicos políticos eran los abogados constitucionalistas y ellos, más que hablar de hechos políticos se referían a hechos legales, esto es, a las reglas (supuestamente racionales) que sometían al poder (que aparecía como irracional); empero, hacer esto, era a la luz de la teoría política clásica, adoptar una postura IDEALISTA en tanto que dichas reglas al ser universales tenían que ser abstractas mas no reales, y esto significaba que no podían tomar en serio a los factores particulares y concretos que se desarrollaban no en un espacio trascendente o trascendental (reino de la abstracción) sino en el mundo contingente (el espacio político propiamente dicho) [8] .

Pero lo más grave de esta supuesta unidad entre la política y el Estado de Derecho, lo hallábamos en la contradicción que necesariamente tenía que manifestarse entre la naturaleza de la política y la naturaleza del Estado de Derecho, la misma que surgía inmediatamente después que la normatividad legal pretendía conducirse del plano de la teoría al de la práctica. Una vez que esto acontecía y aparentemente por arte de birlibirloque, las cualidades racionales de estas reglas desaparecían y en su lugar nos encontrábamos nuevamente a un viejo conocido, a saber: el Poder [9] , el verdadero soberano del reino moderno.

Si había que hacer un balance entonces entre el poder o el Estado como objetos de estudio de la ciencia política, el poder tendría la ventaja de estar más próximo a la esfera de la política. Sin embargo, la gran desventaja de la ciencia política que pretendía hacer del poder una ciencia se situaba en el hecho de que el poder era también por sus características propias arbitrario e impredescible, en ese sentido cabría hacerse la siguiente pregunta : ¿cómo intentaría la ciencia política realizar predicciones o extraer reglas generales si el poder (entendido como voluntad) no tenía parámetros racionales ni podía ser materia de prognosis?

Evidentemente esto debilitaba la tarea de la ciencia política moderna pues o bien pretendía extraer regularidades de las experiencias del poder para poder estar así en capacidad de adelantarse a acontecimientos importantes - esfuerzo que hemos visto estaba condenado al fracaso por las características que asumía el poder - o en su defecto la ciencia política debía contentarse con la descripción y clasificación de los hechos políticos, para lo cual, las matemáticas, las estadísticas y la economía se constituían en los mejores aliados para cuantificar y procesar mejor la información hallada.

Ambas perspectivas sin embargo, sumadas también a una relación importante con la psicología fueron las que a fines de los 50 en norteamericana buscarían consolidar la disciplina de la ciencia política a través de la llamada escuela conductista o behaivorista [10] que como toda ciencia que se preciaba de positiva se fundaba en base a la dualidad - ya citada - de los hechos y los valores lo cual reforzaba su talante neutral que servía por ejemplo para legitimar de pronto un orden coercitivo o uno que soslayaba los conflictos ideológicos presentes dentro de la sociedad (en este caso de la sociedad norteamericana de los 60). Todo esto contribuiría entonces a legitimar el status quo existente [11] en base a la supuesta cientificidad y validez absoluta de sus hallazgos.

Esto obviamente prendería la mecha para la crítica al postulado de la ciencia conductista ya que ahora las críticas no solamente vendrían por el lado del escamoteo a las ideologías y a los valores (es decir a lo normativo) sino que también establecerían serias y razonables dudas sobre la certeza de sus descubrimientos basados como dijimos en métodos cuantitativos que no explicaban la regularidad de las conductas o tampoco eran capaces de predecir los efectos de alguna política pública. Empero, si a esto le añadíamos el hecho de su casi nula utilización por parte de los más altos funcionarios públicos, representantes y gobernantes quienes rara vez tomaban en cuenta los resultados obtenidos por los científicos políticos sino que usualmente elaboraban sus futuras decisiones políticas de manera independiente y según sus propias creencias [12] entonces teníamos ya muy claramente establecidas las razones por las cuales se empieza a cuestionar acremente los alcances y más específicamente los resultados conseguidos por la ciencia política moderna[13] .

Hasta aquí entonces con la realidad de la ciencia política conductista y con la corriente institucionalista que irradió a la misma, pero sus falencias sin embargo no dejaban del todo huérfana de sustento a la política pues en medio de ésta, siempre existieron resabios normativos que nos recordaban la presencia de la filosofía política y la teoría política mientras que el poder o los recursos políticos si bien no podían brindar verdades absolutas permitían al menos comprender el sentido de algunas acciones políticas concretas.

En este último sentido, destacaba sin dudas el inusitado y muy reciente interés por parte del mundo académico de teóricos políticos como por ejemplo Carl Schmitt quien hizo célebre la siguiente definición de la política : “La política es la distinción entre amigos y enemigos” [14] en dicha afirmación, se percibía ciertamente un matiz realista y decisionista que superaba las limitaciones del conductismo (que pecaba por individualista y por abstracto) y del institucionalismo (construido como dijimos en función a reglas supuestamente racionales) ofreciendo una definición que recordaba por ejemplo a los orígenes de la política al establecer el concepto político como un concepto comunitario [15], es decir, que la política debía relacionarse necesariamente con las sociedades y que si había algún fin o propósito en la actividad política éste tenía que estar vinculado con la supervivencia y la paz de la Polis.

Así mismo, una perspectiva normativa adicional en la política se manifestaba también en los estudios teóricos y empíricos sobre ideologías o concepciones prescriptivas como la democracia y el liberalismo. Tanto uno como otro, y a pesar de ser presentados por el conductismo y el institucionalismo como un conjunto de reglas generales o de procesos políticos sin propósitos concretos, en un plano sustantivo antes que formal ,la democracia y el liberalismo apuntaban hacia la realización de una forma de vida particular en el que tenían que aparecer distintos valores que deberían ser logrados por la sociedad a fin de que se pudiese vivir plenamente y según los parámetro de la libertad (liberalismo) y la igualdad (democracia) respectivamente. Este nuevo interés por lo normativo surgido por la crisis de la ciencia política minimalista abría el campo para la re - introducción de la teoría política que justamente ponía en la mesa de debates las discusiones sobre los valores de las sociedades contemporáneas y los desafíos y problemas planteados por el pluralismo y la diferencia [16].

En síntesis, si se reconocía las debilidades del análisis empírico esto no significaba que la política perdía espacio e importancia. Al contrario hoy más que nunca se descubría un interés espectacular por la cosa pública y paradójicamente dentro del hombre común crecía la inquietud por buscar respuestas a sus angustias. Dichas interrogantes podían ser resueltas en parte por la política o por lo menos podían abrir la ruta para su resolución. En consecuencia, la idea por alcanzar el mejor régimen político como lo solicitaban los filósofos políticos de antaño no resulta en estos momentos una idea desfasada o prehistórica. Antes al contrario, la política contemporánea exige compromisos con la verdad política , entendiendo al mismo tiempo de que esta verdad no puede ser absoluta al desarrollarse dentro de un medio que no es perfecto, sino cambiante y en permanente movimiento. La política, para los antiguos pertenecía al reino de la razón práctica y no al de la razón teorética, es decir, analizaba las acciones humanas y buscaba su perfeccionamiento, la realización de la naturaleza humana tenía que darse dentro de la ciudad, por ende al perfeccionar al hombre perfeccionaba a la ciudad y viceversa. Una ciencia política que abandone la razón práctica (como ocurrió con el conductismo por ejemplo) finalmente tendrá que ser desechada por la propia naturaleza del hombre y de la ciudad.

Por todo lo anteriormente expresado, sin duda nuestra opción es por la Ciencia Política Maximalista y la lectura de los grandes autores de la Filosofía Política moderna como Leo Strauss, Carl Schmitt, Eric Voegelin, Michael Oakeshott, Hannah Arendt etc, y obviamente de los antiguos como Aristóteles, Platón, Jenofonte, Santo Tomás, Maimónides, Alfarabi etc, pues allí es donde realmente hallaremos los conocimientos que puedan ayudarnos a encontrar alternativas a la podredumbre de la política contemporánea.



* Doctor en Filosofía, Profesor de Teoría Legal y Teoría Política en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

[1] - Gianfranco Pasquino, Prefacio, Introducción a la Ciencia Política, Julio Pinto (comp.) Buenos Aires, EUDEBA, 2000.
[2] Por ejemplo, es esta definición la que manejan Robert E. Godin y Hans – Dieter Klingeman, los compiladores del Nuevo Manual de Ciencia Política, Madrid, Ediciones Istmo, 2,001, p.30. definiéndola como: “una investigación sistemática que tiende a construir un conjunto ordenado de proposiciones cada vez más diferenciado sobre el mundo empírico”
[3] Citado por Iris Marion Young, en “Teoría Política: Una visión general”, en Nuevo Manual de Ciencia Política (...) pp. 693 – 694.
[4] - Leo Strauss, What is Political Philosophy? And other essays (Chicago: Chicago University Press, 1988)
[5] - En realidad en el plano histórico esto debe verse como una orientación política elegida por los tempranos pensadores modernos de Europa para liberarse de la influencia espiritual e intelectual de la Iglesia Católica. Cfr Pierre Manent An Intelectual History of Liberalism (Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1995)
[6] - Una concepción política moderna se funda en la dicotomía entre lo público y lo privado, en ese sentido un hecho político sería solamente aquel acto cuya repercusión afectaría a toda la colectividad y pudiese ser demostrada empíricamente.
[7] Por ejemplo fue muy difundida toda la temática concerniente a la conducta de los electores en los sufragios. Cfr. Edward G. Carmines y Robert Huckfeldt, “Comportamiento Político: una visión general”, en Nuevo Manual de Ciencia Política (...) pp. 329 – 373.
[8] - Para una explicación de este fenómeno se puede ver mi artículo “Patriotismo de la Constitución: ¿Más de lo Mismo?” En Pensamiento Constitucional No. 5 (Lima: Fondo Editorial de la PUC, 1998)
[9] - Normalmente se ha entendido que como la Ley proviene de la razón y como la razón “es buena” la Ley también lo será. Empero en el momento en que se produce la aplicación de la Ley en el espacio social quien emerge aquí no será la razón justa y buena sino el Poder injusto y arbitrario.
Recientemente un importante y elogiado trabajo de ciencia política demuestra la veracidad de tal aserto:
“En la tradición de la ilustración, la racionalidad es vista típicamente como un concepto que esta bien definido y que es independiente del contexto. Sabemos lo que es la racionalidad, y se supone que la racionalidad es constante sobre el espacio y el tiempo. Este estudio muestra empero, que la racionalidad es dependiente del contexto y que el contexto de la racionalidad es el Poder. El Poder borra la línea divisoria entre la racionalidad y la racionalización. La Racionalización presentada como racionalidad es mostrada como una estrategia fundamental en el ejercicio del poder. Kant decía que la posesión del poder inevitablemente estropea la razón, de tal modo que a más poder menor será la racionalidad. El estudio empírico se resumirá en un número de proposiciones sobre la relación entre la racionalidad y el poder, concluyendo que el poder posee una racionalidad que la racionalidad ignora, mientras que la racionalidad no tiene un poder que el poder desconozca”.
Bent Flyvbjerg, Rationality & Power , Democracy in Practice (Chicago: Chicago University Press, 1998) p.2.
[10] - Los textos más clásicos de este período fueron entre otros David Easton,The Political System, (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1953); David Easton, A Framework for Political Analysis (New York: Prentice-Hall, 1965); J.C Charlesworth, The Limits of Behavioralism in Political Science ,Philadelphia, American Academy of Political and Social Science, 1962; M. Cowling, The Nature and Limits of Political Science (Cambridge: Cambridge University Press, 1962); Robert Dahl “The Behavioral Approach” en American Political Science Review, 55, 1961; Harold Laswell The Future of Political Science, (Nueva York: Atherton Press, 1963), M Weiner The Politics of Scarcity, (Chicago: Chicago University Press, 1962); Talcot Parsons, “On the Concept of Political Power” Proceedings of the American Political Society, 107, 1963; Gabriel Almond; “A Functional Approach to Comparative Politics” en Gabriel Almond y J.S Coleman comp, en The Politics of Developing Areas, (Princeton, New Jersey: Princeton, 1960) y Gabriel Almond y Sidney Verba The Civic Culture (Princeton, New Jersey: Princeton)
[11] - Por ejemplo en la década de los 60 muchos científicos políticos de izquierda desafiaron al conductismo demanadando que la APSA (Asociación de Ciencia Política de Norteamérica) dejase su propuesta neutral y que pudiese así tomar posiciones políticas sobre asuntos tan relevantes como la guerra de Vietnam, el racismo y la pobreza.
Cfr, Jerome Hanus, “Political Science: All Dressed Up and Nowhere to Go” en The Political Science, Volume XXV, 1996 , p.44.
[12] - Por ejemplo se dice que los congresistas norteamericanos usaban a los científicos políticos solamente para obtener una máscara intelectual que sirviese para maquillar sus decisiones predeterminadas. Ver Albert Somit y Joseph Tanenhaus, The Development of American Political Science (New York: Irvington Publishers, 1982) , p.184.
Por otro lado, en el mismo artículo de Hanus encontramos citadas una serie de leyes de la ciencia política que han quedado desmentidas por estudios posteriores, Ibid., p. 50.
[13] - Textos contemporáneos de ciencia política destacan estos problemas y el estado actual de la disciplina. Cfr. David Easton, John G. Gunnell y Luigi Graziano (eds) The Development of Political Science (London: Routledge, 1991); James Fall y Raymond Seidelman (eds) Discipline and History: Political Science in the United States (Ann Arbor: University of Michigan, 1993); James Farr, John S. Dryzek y Stephen T Leonard, Political Science in History, (Cambridge: Cambridge University Press, 1995); Robert Goodin y Hans - Dieter Klingemann, A New Handbook of Political Science (Oxford: Oxford University Press, 1996). Traducido y editado por Istmo, en el 2001.
[14] - Carl Schmitt, El Concepto de lo Político (Madrid: Alianza 1991)
[15] - La Política deriva del concepto griego Polis que significa fundamentalmente un conjunto de amigos que comparten ideas e ideales, esto es, un grupo y no un individuo. En este sentido, lo que decía Schmitt era que la política moderna había distorsionado el concepto clásico de la política al introducir un concepto incompatible con ella como era el concepto de individuo y sometiendo entonces la comunidad al individuo como pretende la ideología liberal y el atomismo político.
[16] - Esto se puede apreciar por ejemplo en los debates entre liberales y comunitarios presentes en el mundo académico anglosajón y que opone a la libertad versus la igualdad o también a las discusiones sobre derechos individuales versus derechos colectivos etc.
Ver; por ejemplo, Michael Sandel, Liberalism and the Limits of Justice (Cambridge: Cambridge University Press, 1982); Benjamin Barber, Strong Democracy (Berkeley: University of California Press, 1984); John Rawls, A Theory of Justice (Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1971); John Rawls, Political Liberalism (New York: Columbia University Press, 1993); Charles Taylor, Multiculturalism and the Politics of Recognition (Princeton NJ: Princeton University Press, 1992); I, M Young, Justice and the Politics of Difference (Princeton, NJ; Princeton University Press, 1990); Michael Walzer, Spheres of Justice (New York: Basic Books, 1982); Stephen Macedo, Liberal Virtues, Citizenship, Virtue, and Community in Liberal Constituionalism, (Oxford: Clarendon Press, 1991) Will Kymlicka, Contemporary Political Philosophy, (Oxford: Clarendon Pres, 1990)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, soy estudiante de ciencia politica y llegue a tu blog por recomendaciones de algunos amigos. Te felicito porque esta muy contundente. Bueno... como bien dice tu post me parece necesario tambien retomar la filosofia politica y reflexionar acerca de lo que es una buena vida. Sin embargo, creo que la ciencia politica mediante sus metodos de analisis empirico pretende llegar a mejorar la calidad de las democracias y dentro de ellas, la calidad de vida de sus ciudanos. Como bien dices, el analisis meramente empirico tiene debilidades, sobre todo la de intrepretar una realidad de por si tremendamente compleja, pero... que otro camino tomar para mejorar la calidad del sistema democratico, en particular en paises como el nuestro? De hecho, intuyo que tu propuesta va por el hecho de que la democracia liberal no es el regimen mas feliz para asegurar la buena vida de los hombres-lo cual conlleva una reflexion como tu dirias maximalista o de reflexion acerca del mejor regimen politico- pero estamos dentro de ese paradigma democratico y en este sentido la ciencia politica minimalista es util. Que opinas?

eduardo hernando nieto dijo...

Hola, que bueno que puedas apreciar varios de los articulos de mi pagina, de hecho creo que no existe en sentido estricto la "ciencia politica" sino que todo es teoria politica, claro tambien todo depende de como definas ciencia pues si lo tomas como "conocimiento politico" entonces si creo en las posibilidades de la ciencia, pero lamentablemente este no es el sentido con el que se manaja la ciencia politica, te recomiendo dos textos para que veas a que me refiero, de Eric Vöegelin, La nueva ciencia politica, y de Leo Strauss, Derecho natural e historia!
saludos
eduardo